Algunas instituciones respiran tradición y modernidad al mismo tiempo. Están en la búsqueda de renovaciones para poder responder a las demandas del siglo XXI, pero también las respalda una larga trayectoria con raíces en siglos pasados. Bien podría ser el caso del Servicio Meteorológico Nacional, ese que nos cuenta si lloverá o no en el finde, qué temperatura hará hoy y si me llevo el abrigo porque a la noche refresca. Pero hay más, mucho más, detrás de aquellas mínimas y máximas para cada jornada.
«Queremos incluir perfiles de meteorólogxs que se vinculen con las problemáticas de sus territorios”.
Celeste Saulo
Doctora en Ciencias de la Atmósfera y directora del SMN.
Cuentan los libros de historia que el Honorable Congreso de la Nación votó, en 1872, la ley por la que se creó la Oficina Meteorológica Argentina (OMA), siendo la tercera de este tipo en todo el mundo. Sólo estuvo precedida por la Oficina Meteorológica de Hungría, en 1870, y la de Estados Unidos, en 1871.
Desde ese momento hubo idas y venidas, dependencias cambiantes y direcciones varias. Resaltan algunos puntos: en 1945, se crea el SMN, sobre la base de la OMA, que hasta ese momento dependía del Ministerio de Agricultura; en 1966, su administración pasa a la Fuerza Aérea, condición que se mantendría hasta el 1 de enero de 2007 cuando, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, el SMN pasa a depender de la Secretaría de Planificación del Ministerio de Defensa. Perdía, así, su injerencia militar y se iniciaba un período de grandes cambios.
Esos nuevos rumbos–con dinámicas menos verticalistas y con más aperturas a otras agendas que no fueran únicamente las militares- incluyeron el nombramiento de Celeste Saulo, doctora en Ciencias de la Atmósfera e investigadora del CONICET, al frente de la institución. Primera mujer al mando del organismo, Celeste –que también es vicepresidente de la Organización Mundial de Meteorología- explica y profundiza en cada aspecto del día a día: el vínculo con los usuarios, el aporte de las Ciencias Sociales, el trabajo articulado con servicios meteorológicos de la región y del mundo y la demanda de egresadxs para el mercado laboral.
“Percibo una enorme vertiginosidad en lo que hoy se espera del SMN. El gran desafío es pensar cómo hacer, de esta institución, un lugar atractivo para gente de la Ingeniería, de la Computación, de la Ciencia de Datos, de las Ciencias Sociales, de la Física…y, por supuesto, incluir perfiles de meteorólogxs que se vinculen con las problemáticas de sus territorios”, proyecta.
¿Cuáles son, actualmente, los macroobjetivos del SMN y qué rol juega el usuario, en esa dinámica?
De alguna forma, la doble pregunta incluye parte de la respuesta -sonríe-. Veníamos de un paradigma donde la tendencia era que, cuantos más productos se generaran, mucho mejor. Pero, del otro lado, la percepción era que, lo que uno generaba, no servía para mucho. Es lo que se llama una cadena de valor cortada: uno puede producir mucho, pero si no completa el ciclo de llegar hasta el usuario, es difícil que la sociedad se apropie de esos productos. Pasa en varios lados, no sólo en el SMN. El desafío, entonces, es ver cómo tomo todo lo que tengo –las ventajas, las limitaciones, los recursos- para centrar esa dinámica de trabajo en el usuario. Sino, son dos mundos inconexos, donde le pones al usuario toda la responsabilidad de interpretar aquellas cosas que, para vos, son maravillosas porque hiciste con tu mayor excelencia científica…pero nadie puede aprovechar ni usar a su favor.
¿Y qué desafíos implica ese centrarse en el usuario?
Cuando cambias ese paradigma, las problemáticas se diversifican de acuerdo a cuántos usuarios tengas. Están los actores del agro, del manejo de costas, de las cuencas, del sector de energía, de transporte…y cada usuario te demanda cosas diferentes, les interesan productos diferentes, problemas diferentes. Entonces, desde el SMN hay que empezar a aggionarse y a establecer un diálogo, o lo que llamamos una coproducción de conocimiento, para poder achicar esa brecha entre las necesidades de la sociedad y lo que vos podés ofrecer como institución.
En ese sentido, ¿consideras que faltan, todavía, políticas públicas para favorecer esas instancias de coproducción de conocimiento y de diálogos entre actores?
Sí, aún falta. Cuando surge la idea de trabajar de forma articulada, en red, la sensación es que avanzás más lento…pero el resultado es muchísimo más robusto e impactante. Se trata de procesos lentos y graduales. En ese escenario, las políticas públicas impulsan cambios culturales y cambios educacionales. Cada actor tiene que asumir que su saber, sea cual sea, no es el único, ni el más importante. Tiene que estar dispuesto a entrar en diálogo con otros actores para lograr el resultado deseado.
¿Qué ejemplo se puede mencionar de co-producción de conocimiento entre el SMN y algún otro actor socio-económico?
En noviembre del 2020 lanzamos el Sistema de Alerta Temprana del SMN, que pone a disposición información oportuna frente a la posible ocurrencia de amenazas meteorológicas, con el objetivo de apoyar la toma de decisiones de todos los sectores de la población. Sirve un poco de ejemplo, porque si yo te cuento cuánto demoró el proceso de implementarlo, tengo que remontarme unos cinco años atrás. Si te cuento cuánto demoró la demanda de la sociedad para recibir alertas diferentes, me tengo que ir unos diez años atrás. Y si yo tengo que decir desde cuándo el SMN no revisaba su manera de producir alertas, tengo que retroceder unos 20 años. Y ahí se trabajó a la par con actores de diverso tipo.
¿Por ejemplo?
Desde el principio supimos que teníamos que buscar alianzas internacionales con otros organismos semejantes al nuestro, que estuvieran avanzados en temas más de datos “duros”, si se quiere, como tecnologías, algoritmos, etc. Así que hicimos un convenio con el Servicio Meteorológico de Francia. Pero a eso le agregamos, desde el principio, la interacción con la Defensa Civil, para poder articular con personas que estuvieran trabajando en el territorio y ver, entre todos, qué información les iba a servir para el día a día. El papel del agente territorial es fundamental. Porque desde el SMN se podría decir: “va a llover 200 milímetros”. Y si agarrás a cualquier persona que no sea muy avezado en información meteorológica te va a decir “¿Y yo qué hago con ese dato? ¿Cómo me impacta? Esa “traducción”, si se quiere, no la puede hacer sólo un meteorólogo, son necesarios los aportes de las Ciencias Sociales, de la Defensa Civil y de más actores que están en el terreno. Ahí están interviniendo muchísimos saberes.
Nombraste el aspecto de las Ciencias Sociales ¿Qué rol tienen dentro de la dinámica de trabajo en el SMN?
Una de las innovaciones en mi gestión fue la creación de un área que denominamos “Meteorología y Sociedad”, mayormente constituida por profesionales de las Sociales: de la Sociología, la Antropología y la Geografía, entre otras disciplinas, que trabajan junto a meteorólogos. Y esa área, a su vez, articula fuertemente con el sector de Prensa y Comunicación Ciudadana, constituida, entre otrxs, por comunicadores sociales. La creación de este sector fue una innovación. No hay, en toda América Latina, un servicio que tenga un área así, y en el mundo debe haber muy pocos. Por supuesto, tiene que crecer un montón. En la medida en que se diversifican los usuarios, se amplían las demandas. Cada interlocutor tiene su historia, y si de este lado sólo respondes con pura meteorología, la respuesta a esa demanda siempre va a quedar corta.
¿Qué tipo de vínculos hay con los otros servicios meteorológicos de la región?
Los vínculos regionales son muy buenos, ya a nivel histórico, no sólo de los últimos años. Yo consideré que esas políticas de integración y vinculación había que fortalecerlas y continuarlas, porque te permite compartir recursos, capacitaciones y aprovechar muchas oportunidades, que fuimos capitalizando en la medida de nuestras posibilidades. Tal vez, lo que se está viendo es un cambio de perfiles en los directores de los Servicios Meteorológicos. Argentina fue innovadora porque fue uno de los primeros países de América Latina en poner a una científica al frente. Después, aparecieron casos como el de Perú y Uruguay. En el resto del mundo, hay dos posibilidades: se seleccionan a personas que provienen de la ciencia, o a gestorxs de empresas. Son dos paradigmas diferentes.
¿Qué lógicas predominan en las instituciones que optan por gestores de empresas? ¿A qué se debe ese sesgo más empresarial?
Lo empresarial tiene que ver con que estas organizaciones se pusieron muy complejas. Tienen sus Departamentos de Desarrollo e Investigación muy fuertes, pero lo que es la administración del sistema no lo delegan en lxs científicxs. Convengamos, también, que no siempre un científicx está competentemente preparado para la gestión, porque es un saber distinto, mucho más pragmático, con otras características. Entonces, en algunas organizaciones, se apela a personas que tienen esa función de gestión de organizaciones.
Actualmente hay tres carreras de Ciencias de la Atmósfera: la UBA, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de los Comechingones. ¿Qué vínculo hay entre el SMN con cada una?
Tratamos de tener un vínculo muy cercano. Con la UBA se da de forma mucho más natural, porque la mayoría de lxs que estamos acá nos graduamos y fuimos –o somos- docentes de esa universidad. Con la UNLP, ese vínculo se está estrechando en la medida que madura la carrera, que tiene poquitos egresadxs, pero con una nueva camada que se recibirá en breve. Lo mismo pasa con la Universidad Nacional de los Comechingones, que es una carrera más reciente y que está en una etapa previa. Lo que buscamos, desde el SMN, es que estas universidades empiecen a diversificar el perfil de estxs graduadxs. Lo interesante es que piensen en qué problemas son claves en cada territorio, para fortalecer la cadena de producción de valores que hablábamos anteriormente. Hay que pensar y explotar esos intereses regionales, que tienen que ver con los problemas que le preocupan a la población de cada área. Y algo importante para señalar es que hoy, quienes se gradúen en estas carreras, cuentan con trabajo. Ya sea que elijan un perfil académico, es decir, opten por la carrera de investigación, o que elijan trabajar en el SMN. Hoy por hoy, estamos por debajo de lo que necesitamos en cantidad de licenciados. El mercado privado tal vez es más chico, asociado a consultorías o trabajos colaterales.
¿Qué desafíos ves, de cara al futuro y para poder potenciar todas estas cuestiones que mencionaste anteriormente?
Es necesario acompañar y fortalecer la comunicación. Tal vez nos cuesta llegar al gran público, porque puede que no expliquemos claramente qué podemos ofrecer, como institución, a la sociedad. Hay un gran efecto multiplicador dado por los medios de comunicación y por los agentes de educación. Es un entramado complejo, donde el SMN es sólo uno de tantos actores. El desafío, en todo caso, es ver cómo construir y aportar para una sociedad más igualitaria desde este lugar.
Es importante promover la Meteorología a la sociedad lamentablemente no existe una política que fortalezca el tema y en mi país no es la esepcion a lo mejor entre dirigentes políticos que entendieron el tema en Argentina podrían replicar en Ecuador, doctora Saulo es un ejemplo a seguir. Espero que usted onterseda y pueda replicar acá en mi país su planificación y estrategias.