Carta a mí mismx en un mundo sin pandemia

Una voz puede ser sólo una voz. Pero si de golpe se le suma una de aquí, una de allá y una de un poquito más lejos, crecerá y se potenciará hasta el asombro mismo. Acaso por eso los textos colectivos tengan tanta fuerza y tanto empuje: un conjunto de anhelos y esperanzas puestos en la misma sintonía y en un mismo discurso.

«No importa si era Wuhan, Río de Janeiro, Manaos, India o Reino Unido. A todos nos tocó estar en el mismo mar pero con distintas embarcaciones».

Algo de eso pudieron materializar investigadorxs, comunicadorxs y tecnólogxs de toda la región latinoamericana que realizan, durante septiembre, el WorkshopDesafíos y realidades de la comunicación pública de la ciencia en Latinoamérica y el Caribe”. Organizado por TWAS, TYAN y la Academia Joven Argentina, cada encuentro cuenta con exposiciones de destacados referentes en la región y un pequeño taller para llevar la teoría a la práctica.

La actividad del tercer viernes, bajo el eje “Antes del Covid 19 y después del Covid19. Experiencias, aprendizajes y resignificaciones de la ciencia en pandemia”, era tan sencilla como desafiante. Debían escribir , por grupos, una carta a ellxs mismxs, en su versión de marzo del 2020. La esquela, eso sí, era colectiva: cada equipo debía redactar un fragmento de la misma (sin saber lo que estaban elaborando lxs otrxs), y tomando sólo como referencias frases de apertura y cierre dadas por lxs organizadores. Punto de llegada y de partida, la oración final de cada grupo era el comienzo del siguiente.

El resultado fue este texto que, entre distintos tonos y metáforas, recapitula emociones y anomalías normalizadas de los últimos 18 meses. ¿Un documento de época, una expresión de arte, un grito al pasado pero que llega hasta el futuro? Seguramente. O tal vez, y una vez más, una ciencia contada desde un lado humano.

A modo de guía, se resaltan las frases finales/de apertura para cada grupo.

Queridx yo del marzo del 2020:

Estas líneas te resultarán un tanto extrañas, pero este mate que estás chupeteando con tu compañera de facultad de la que no sabés ni el nombre, esa bombilla metálica por la que sube agua verde será una aberración en un año. Abrazate a ella, dale un beso a ese desconocido que tanto te gusta. ¿O mejor no? Capaz que no es buena idea andar besuqueando sin conocer. Nadie sabía nada en esos momentos.

Hazte amigo de la mascarilla/barbijo/tapabocas (en poco tiempo serán más baratos y más bonitos).

Contrata un buen plan de Internet. La conexión será más virtual que nunca. De la cintura para abajo pocos te verán. No es necesario depilarse.

Prepárate para una avalancha de pseudoexpertos. Virólogos de sofá, epidemiólogos de la Universidad de Facebook. Aprenderás palabras. PCR no es Partido Comunista Rioplatense ni Podemos Comprar Rosquillas. Hisopado, asintomático. Positivo será sustantivo y no adjetivo. Si eres un positivo, tendrás la P escarlata grabada a fuego. Muchos te van a decir una cosa y luego otra, querido yo. El debate entre economía y salud te dolerá y muchos medios sociales y de comunicación no sabrán manejarlo porque tooodos querrán ser los expertos. Sí… habrá sobreinformación. Resiste, que acabará, como acabará tu sueldo gastado en vino, Internet y aire acondicionado. Los doctorados de la Universidad de Facebook pasarán a ser en selfie con vacuna (espero hayas guardado el teléfono de ese desconocido que querías besar) y esto ayudará a los que tienen miedo de cuidarnos entre todos.

Querido yo, vas a tener un poco de miedo, sí. Te sentirás solo. Las fronteras físicas van a cerrarse casi totalmente. La interacción será virtual, esperanzadora y en pantuflas. Científicos y comunicadores trabajarán juntos, en el acierto y en el error. Tu panza crecerá, ¡y ni que hablar del vínculo entre países!

Cada uno estará velando por sus propios intereses. Las diferencias en todos los ámbitos, entre los territorios con más recursos económicos y los que no los tienen, serán aún mayores. Las ayudas y colaboraciones posiblemente se brindarán si otorga algún tipo de beneficio al que la está ofreciendo.

Además, comenzará a circular una gran cantidad de información sin sustento en datos y se cuestionará la posibilidad de encontrar soluciones en la ciencia. La mayor duda en este momento, en ese momento es: ¿cuál será el papel que tendrán realmente los principales organismos internacionales que deberían tomar el liderazgo ante una posible emergencia mundial?

Como la OMS, que no dudó en… bueno, en realidad sí dudó. Dudó mucho. Al principio de la pandemia, el uso de barbijos, tapabocas, mascarillas, como quieras llamarle, no era recomendado por la organización. Y claro, si lo decía la OMS… pero luego se comenzó a recomendar sólo para las personas contagiadas. Luego para todo el mundo. Tú úsala desde el primer día, y convence a mamá y papá de que también lo hagan, a toda costa. Cuestión que en eso quedamos, de alguna manera más o menos de acuerdo en que era necesario cubrirnos la cara, especialmente hasta que llegaran las vacunas. ¡Uf, y no me hagas hablar de las vacunas! Va a ser una lo-cu-ra. Vas a ver a los países más ricos comprando y firmando contratos por anticipado, pero a lo bruto, mucho más de lo que necesitan para su población. Nobleza obliga, admitamos que la OMS condenó esta estrategia de acaparar. Pero, de todas formas, las desigualdades de siempre fueron más fuertes que los reclamos de la OMS: las vacunas llegaron primero a Europa y Estados Unidos, mientras que en este rincón del mundo tuvimos que negociar por nuestra cuenta como pudimos, mientras los casos y los muertos se acumulaban.

Tantos errores y tantos intentos fallidos implicaron eso: que la sociedad no fue capaz de discernir entre las advertencias de la comunidad científica, las proyecciones, las noticias y la desinformación sobre la existencia del virus y tomar consciencia sobre los efectos en los aspectos socioeconómicos, políticos y de salud del mundo en términos de prevención y control. Esto generó un medio adecuado para la generación de fake news a través de las redes sociales, y lo mismo en la tele, en la radio y en todos los grupos de Whatsapp. No paraban de compartir consejos, cifras, datos que asustaban… era un exceso de información, pero en general, sin analizarlo o pensarlo dos veces, sin criterio alguno. Si bien algunas personas comenzamos a verificar las fuentes y a revisar mejor la información conforme avanzaba la pandemia, la desinformación siguió corriendo. Noticias falsas seguían difundiéndose.

Mis amiguxs, parientes y compañerxs no hacían otra cosa que estar sobreexpuestos en redes, televisión, radio, etc. para tener información sobre el coronavirus, al punto de no distinguir entre los tipos de información que estaban recibiendo. En consecuencia, las ansias y angustias colectivas crecían, a la par que los divulgadores científicos cobraban importancia, mas los divulgadores de noticias falsas cobraban más importancia aún. Todo debido a la falta de capacidad de saber informar con un lenguaje certero, tener estrategias limitadas y no conocer los distintos canales para llegar al público en general, además de la falta de interdisciplinariedad y colaboración entre expertos. Así que te va a tocar ayudar a las personas, sin alarmar, a cómo identificar cuáles son fuentes confiables y cómo interpretarlas, de una forma vistosa, como lo es el arte, no importa si en Wuhan, Río de Janeiro, Manaos, India o Reino Unido.

A todos nos tocó estar en el mismo mar pero con diferentes embarcaciones. Aprendimos rápidamente que no era un asunto local, era un asunto que nos hermanaba independientemente de nuestras lenguas, condiciones económicas y políticas. Sin embargo, todos nos enfrentamos como científicos y comunicadores, a una realidad que quizá no habíamos considerado: no todos tenemos acceso igual a los beneficios de la ciencia. La emergencia nos llamó a repasar la historia, y a ver a grupos que habíamos invisibilizado, y a entender como científicos y comunicadores que el temor y la duda no proviene, únicamente, de la ignorancia, pero también de una historia de maltrato de grupos marginalizados, que en ocasiones olvidamos.

En septiembre del próximo año ya estarás terminando un workshop donde habrás aprendido que todos vimos situaciones similares, pero desde privilegios diferentes.

Hasta siempre,

Tu yo de 2021

Autorxs:

Christian Castro (Chile); Leticia Feippe (Uruguay); Irene Lafarga (Puerto Rico); Lucía Chimborazo (Ecuador); Alejandra Fabiola Flores Zamora (México); Zeinab Jouni (Paraguay); Gilbert Alvarado (Costa Rica); Maiara Sobral (Brasil); Tania Arboleda Castrillón (Colombia); Silvana Casero (Uruguay); Lucía Céspedes (Argentina); Clara González (Venezuela); Maximiliano Ivir (Argentina); Michelle Garnica (Chile); Daniel Aponte; Christian Chaverri (Costa Rica); Mariana Castro Azpíroz (México); Vera Álvarez (Argentina); Facundo Rodríguez (Argentina); Víctor Huaringa (Perú); Liz Díaz (Puerto Rico); Gabriel Arcaya (Perú); Junior Bernavet (Venezuela); Gabriel Rivera (Puerto Rico); Sussette Palacio (Cuba); Lucía Grajeda (Guatemala); Rocío Cardona (Puerto Rico).

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