Para la ciencia, ser hombre garpa más

Ilustración: Jeremías Di Pietro


“Cuando dos hacen lo mismo, no es lo mismo” solía decir mi abuela Carmen, una alemana de carácter fuerte, que siempre tenía un tejido entre los dedos y un proyecto en la cabeza. Si mi mamá nos retaba por alguna fechoría, ella gritaba “¡Claro! Cuando dos hacen lo mismo, no es lo mismo” y nos recordaba que el problema no era la macana, sino quién la llevaba a cabo. La primera vez que leí el artículo Los sutiles sesgos de género de los profesores de ciencias favorecen a los estudiantes varones, su voz resonó en mi cabeza.

Se trata de un trabajo publicado en 2012 en la prestigiosísima (es fácil escribirlo pero difícil decirlo) revista PNAS, realizado por un equipo interdisciplinario de la Universidad de Yale. Tan interdisciplinario que incluye profesionales del Departamento de Biología Celular y Molecular del Desarrollo, el Departamento de Psicología, la Escuela de Gestión y el Departamento de Psiquiatría.

¿Y qué dicen lxs autores del artículo? ¿Cómo decirlo? Ah sí, ya sé: que existen sutiles sesgos de género en lxs profesorxs de ciencias que favorecen a los estudiantes varones. Impactante, lo sé, yo quedé tan shockeada como vos. Es que quienes llevan a cabo el estudio plantean que en los últimos 10 años aumentó el número de egresadas en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), pero no así la cantidad de mujeres en carreras del área, especialmente en docencia científica. Entonces, se preguntan ¿Porqué se produce ese desbalance?

Para empezar -aunque si estás acá no es necesario aclararlo- hombres y mujeres tienen la misma capacidad para trabajar en ciencia; no hay cerebros más aptos para una cosa que para la otra. Y entonces, desde el artículo señalan argumentos remanidos (y que  también atrasan un poco, hay que decirlo) como  que “a las mujeres no les gusta la ciencia para trabajar”,  que “dan prioridad a actividades relacionadas al cuidado de la familia (hijxs, xadres, hermanxs), o simplemente que realizan “diferentes elecciones de vida”. Eso sí,  aclaran que consideran que dentro del ámbito científico no hay discriminación de género, porque los y las docentes no son abiertamente machistas. ¡Pero! los autores y autoras creen que tal vez podría ser, quizás, un poquito, quién te dice, que los y las docentes carguen con “sutiles” subjetividades que generen el desbalance entre los géneros. Que lo hacen sin mala intención, pero toman decisiones  en sintonía con los estereotipos que proponen que los hombres son más adecuados para la ciencia mientras que las mujeres son más simpáticas ¡Qué coraje! Si eso no es machismo no sé que es…

Bueno, cuestión que el equipo se puso manos a la obra para descubrir qué pasaba. ¿Podría ser que exista un sesgo en los y las docentes que genera un desbalance entre hombres y mujeres en la contratación en el área de las ciencias físicas y biológicas? Para comprobar si existía este “sutil sesgo”, idearon un experimento de lo más simple y eficaz. Armaron un Currículum Vitae (CV) y lo enviaron a evaluar a 127 facultativos, pero en dos versiones, donde lo que cambiaba era el género de la persona: 63 de ellos recibieron el CV de John y 64 el de Jennifer. Lo único que varió fue eso, el resto era igualito igualito.

Les pidieron a quienes evaluaban que consideraran las hojas de vida de John o Jennifer para un puesto de gerencia de laboratorio, con posibilidad de dirigirlo/a en caso de realizar un doctorado. Específicamente, los compararon para ver a quién contratarían más, a quién le pagarían un mejor sueldo, qué tan competentes eran lxs postulantes y cuan “tutoriables” serían en caso de continuar su formación.

La respuesta no fue una sorpresa, al menos para mí: Jennifer resultaba menos competente, menos contratable, menos “mentoreable” y el monto salarial que se le ofreció fue significativamente inferior. A John se le ofrecieron 30 mil dólares anuales vs. 26 mil dólares anuales que podría ganar Jennifer. Lo que sí, como te digo una cosa te digo la otra, no hubo diferencias si quien evaluaba era hombre o mujer; las “sutilezas” fueron homogéneas en todos los grupos demográficos considerados. Y como se sospechaba: no es lo mismo ser John que Jennifer, aunque tengas los mismos (calcados te diría) logros académicos.

Además, realizaron una evaluación de hostilidad de género, y claro, nadie se mostró abiertamente hostil frente a las mujeres, peeeero involuntariamente degradaron la competencia, contratabilidad y tutoría cuando la aplicante era Jennifer. Yo me pregunto, entonces, ¿será que ese test funciona? Los autores dicen que es muy eficaz, que como nadie fue abiertamente machista el sesgo de género fue “sutil” y  que esa parcialidad va de la mano con la subjetividad de quienes hacen la ciencia. Entonces sí, me pongo loca. ¿Acaso creían que ser científicx les daba un manto de objetividad suprema?

Moss-Rascusin (la primera autora) y el resto del equipo plantearon lo siguiente: “En la medida en que el sesgo de género del profesorado impida la participación plena de las mujeres en la ciencia, puede socavar no sólo la meritocracia académica, sino también la expansión de la fuerza laboral científica necesaria para el avance de la competitividad nacional en la próxima década”. Literal, de esto pasaron 10 años casi ¿alguien les avisa que parece que aún no pudimos expandir la fuerza laboral prescindiendo del sesgo de género?

Por lo menos en Argentina, donde las cosas están más o menos parejitas, al fin de cuentas cuando vamos a los números parece que las mujeres seguimos teniendo menos aptitud para las ciencias (si no me crees podés chusmearte la nota que te dejo acá, con datos detallados de una piba que arrancó hace poco en Entre tanta ciencia pero que le pone una onda terrible). Alguien se atrevió a decirme una vez, y seguro vos también escuchaste esto, que nosotras teníamos cerebro emocional y ellos uno bien lógico, por eso en ingeniería eran todos hombres. Hablar del cerebro de hombres y mujeres merece una nota aparte, pero acá dato mata opinión y en 2017 UTNBA para la carrera de ingeniería publicó que la mitad de los mejores 10 promedios eran mujeres.

Lo que queda claro es que los sutiles sesgos de género que tienen quienes deben emplearnos nos dejan afuera. Porque capacidad para las mal llamadas “ciencias duras” no nos falta, para muestra un botón (parafraseando a mi abuela Carmen de nuevo) y tampoco podemos pensar que las elecciones personales, como formar una familia o maternar, son las únicas responsables de nuestra ausencia en el área. Y ni te cuento si hablamos de identidades no binarias… cuánto más camino nos queda por recorrer ahí.  Lo que quizás podría comenzar a allanarnos el camino es tener currículums donde no se especifique el sexo, como sucede ahora con el CUIT. Para que las personas sean evaluadas por sus logros y experiencia y no por su biología. Porque, después de ver lo que pasó con John y Jennifer, quizás ya es hora de que cuando dos hacen lo mismo sea lo mismo.

Si querés saber más sobre el artículo Los sutiles sesgos de género de los profesores de ciencias favorecen a los estudiantes varones, podés leerlo acá.

Daniela Garanzini
CCT CONICET Mar del Plata | Ver más publicaciones del autor

Dani Garanzini es marplatense por adopción. Estudió Biología y trabajó en ciencia de laboratorio durante más de 10 años. El teatro, la docencia y la comunicación empezaron a ganar terreno en su vida cuando promediaba el doctorado en Ciencias Biológicas. Ese mismo camino le enseño que la ciencia no sirve si no se comparte y, así, se sumergió en el mundo de comunicar la ciencia a tiempo completo. Tarea que hoy realiza en diferentes formatos y plataformas, con tantas ganas como errores, pero con la convicción de que la comunicación de la ciencia es un puente inevitable e imprescindible.

2 comentarios en «Para la ciencia, ser hombre garpa más»

  1. ¿Dónde están las cifras que evidencian que hay más mujeres egresadas de las STEM? Eso es falso. El artículo carece de fuentes originales para ese dato. En todo el mundo en física, matemáticas y ciencias de la computación, las mujeres no superan el 20%. PEro en psicología, traductorado, enfermería y educación son el 80%.

    1. Hola Roxana, soy Daniela Garanzini y te agradezco el comentario, gracias a tu aporte pudimos corregir la redacción que se prestaba a confusión. Espero que puedas seguir disfrutando de todo el contenido que generamos en Etc.

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