En Ushuaia es difícil encontrar ushuaienses y, cuando te cruzás con unx, exhibe este título con orgullo -ni te cuento si es de segunda o tercera generación-. Así que casi todxs lxs que vivimos en el Fin del Mundo es, en gran parte, porque nos enamoramos de su belleza, de esa estela de casas que se abren camino entre la inmensidad de la cordillera y el vértigo del mar. Y es justamente esto lo que se está protegiendo con la regulación de las salmoneras.
La primera vez que vinimos buscamos alojamiento por internet, obvio, y nos reíamos -incrédulxs- porque todos los hospedajes prometían vista al Canal Beagle. Era lógica la desconfianza, pero, en este caso, las promesas eran reales: el Canal Beagle es omnipresente en la ciudad, se ve desde casi cualquier punto, aunque sea asomando un rinconcito. Y así el viento, el olor, los colores, se tiñen de mar. Por eso, no es tan raro que sus habitantes -lobos de mar, pingüinos y cormoranes- visiten las calles céntricas o que los sonidos y los rumores aglomeren multitudes en las costas para ver el espectáculo de orcas o ballenas jorobadas. Y es justamente esto lo que se está poniendo en juego en la discusión en torno a las salmoneras.
Hace más o menos tres años y medio, el gobierno Nacional -a cargo de Mauricio Macri, por ese entonces- presentó la propuesta al gobierno Provincial -ocupado en aquel momento por Rosana Bertone- y a todxs les pareció fantástico: capitales noruegos podrían instalar en el Canal grandes granjas de cría de salmón, con una tecnología que en los países escandinavos están reemplazando hace años por nociva y que en Chile viene haciendo desastres en las últimas 4 décadas. Eso sí, deja plata… sobre todo a las multinacionales. Pero no me quiero adelantar.
Decía que la idea gustó a todxs, menos a lxs fueguinxs que empezaron una movida con un tremendo consenso social. Primero, un pequeño grupo de científicxs y algunas ONGs se juntaron para investigar de qué se trataba, cuáles eran los posibles beneficios y cuáles los riesgos. De a poco se fueron sumando más ONGs, más científicxs de distintas disciplinas, comunidades de pueblos originarios, buzos, trabajadores ligadxs al turismo y la gastronomía, vecinos y vecinas… Enseguida, en Ushuaia la voz unánime de la ciudadanía se hizo escuchar. La consigna “No a las salmoneras en el Canal Beagle” estampó parabrisas de autos, banderas y pintadas en distintos puntos de la ciudad y fotos de propios y ajenos. También se materializó en acciones concretas, como la exclusión del salmón en los restaurantes locales y en las propuestas de referentes de la gastronomía nacional, como Narda Lepes y Francis Mallmann.
Recientemente, el 30 de junio de 2021, el reclamo social con eco en todo el arco político tomó forma de ley, prohibiendo la salmonicultura en espacios naturales y Ushuaia se vistió de fiesta. Para sorpresa de muchxs -por no decir de todxs- esto despertó una fuerte polémica nacional, en la que algunos sectores acusan a lxs fueguinxs de ambientalistas extremos que, con esta medida, hacen perder al país miles de millones de dólares al año.
Así comenzó una cruzada donde, a veces sin mala intención, personas que conocen lo suficientemente bien la realidad local como para no saber siquiera que el Canal donde no se podrá instalar la salmonicultura no es de Beagle, sino Canal Beagle a secas, atacaron la victoria de una sociedad que busca proteger el lugar en el que vive, naturaleza, cultura y economía incluidas ¿Qué pasó acá? ¿Lxs fueguinxs no entienden? ¿Son fundamentalistas ecológicos? ¿Pretenden vivir de subsidios y no quieren trabajar? O (spoiler: parece que es por acá) ¿hay algo más allá de los titulares?
¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de tí? Pregúntale…
Las granjas salmoneras que pretendían instalar son un grupo de jaulas enormes -cerca de 10- que flotan en los cuerpos de agua naturales, ocupando, más o menos, la extensión de una cancha de fútbol (70 x 100 m) y el equivalente a un edificio de 8 pisos de altura. En estas diez jaulas crecen hacinados unos 800.000 salmones -estamos hablando de unos bichos que pueden llegar a medir un metro y medio de largo cada uno-. Eso por cada una de las granjas y, en el Canal, habían propuesto, a priori, unas ocho. En este amontonamiento empiezan los problemas.
En primer lugar, esta aglomeración de peces -cual subte de Tokio en hora pico- favorece la proliferación de enfermedades y parásitos. Entonces, el remedio resulta peor que la enfermedad: los antibióticos y los pesticidas que aplican a los salmones no sólo se acumulan en la carne de estos animales -y después a sus consumidores-, sino que, además, van a parar al agua del mar, afectando también la biodiversidad y la composición del ecosistema.
Por otra parte, la comida que les dan es un alimento balanceado producido, en general, por peces locales, que empiezan a ser capturados masivamente, diezmando las poblaciones y haciendo peligrar su subsistencia -como ocurrió, por ejemplo, con el jurel en Chile-. Los remanentes de este alimento, junto con los desechos de los salmones -pis y caca, dicho en criollo- van a parar al fondo, haciendo inviable la vida para muchos organismos -como por ejemplo las larvas de centollas- y demasiado propicias para otras -como las microalgas responsables de la marea roja, es decir, las que causan unas toxinas que impiden extraer los recursos marinos durante varios meses al año a lxs productores locales-.
Esto deriva, además, en una disminución del nivel de oxígeno en el agua que ni los propios salmones toleran, así que tienen que trasladar la granja un poco más allá. Y ahí ya es evidente la contaminación producida por los desechos y remanentes de jaulas e instalaciones rotas o abandonadas.
Otras consecuencias tienen que ver con la interacción de la fauna autóctona con las especies introducidas. Muchos predadores -como por ejemplo lobos marinos- se acercan a ese festín de presas encerradas y, al significar un riesgo para el capital, lxs cuidadores de los criaderos los matan. Por otra parte, cuando las jaulas se rompen y los salmones salen al mar abierto -lo cual ocurre a menudo-, causan grandes efectos nocivos en la fauna autóctona, ya que son depredadores voraces de peces de menor tamaño.
Y ¿cómo se sabe todo esto? Porque viene pasando sistemáticamente en todas las regiones donde se aplica y la experiencia más conocida para nosotrxs es Chile.
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida? Es un ladrón que me ha robado todo
Algunxs dicen que Argentina deja escapar, con esta ley, unos 60 mil millones de dólares al año. En primer lugar, nadie sabe bien de dónde se sacan esas estimaciones. Chile, por ejemplo, con 40 años de trayectoria y toda la cadena de comercialización desarrollada, exportó poco más de 5 mil millones, entre truchas y salmones, el año pasado. Es decir que Argentina, recién arrancando y con altas probabilidades de no desarrollar la industria de valor agregado sino solamente la extracción -ya que tienen toda la infraestructura andando del lado chileno del Canal-, difícilmente llegaría a igualar al vecino país, mucho menos a multiplicar sus ingresos de esa manera.
En la misma línea, alegan que el país se pierde una oportunidad para emplearmano de obra en un lugar donde las ofertas de trabajo -después de la ola de cierre de industrias y, más tarde, la pandemia-, no abundan. Sin embargo, la experiencia de los otros países y, en particular, la chilena, así como estudios realizados por investigadores de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, muestran que las granjas de cría de salmones no emplean mucha mano de obra y, cuando lo hacen, no es en las mejores condiciones, ya que casi todo está automatizado y no se requiere ningún tipo de especialización previa. A esto habría que agregarle que, probablemente, -como ya dijimos- el procesamiento se haría del lado Chileno, para no duplicar la inversión.
Pero además, aún en términos económicos, algo que presenta como la panacea sería incluso perjudicial. Por un lado, por los efectos ecológicos, se perderían grandes nichos relacionados a la pesca y la recolección de recursos marinos locales -el mayor exponente sería la centolla, que también se exporta-, afectando, lógicamente, los ingresos de lxs lugareñxs. Y, sobre todo, impactaría de lleno al turismo, que es la principal actividad económica de la provincia. Lxs turistas vienen a ver este paraje casi inalterado, a un paso de Antártida, con este Canal hermoso, lleno de pingüinos, lobos marinos y ballenas. No vienen a ver jaulas con salmones hacinados y oliendo a pescado podrido.
Mirándote a los ojos juraría que tienes algo nuevo que contarme
Sin embargo, algo que no se dice lo suficiente, o no lo bastante claro, o hay gente que no quiere oir porque es más fácil de catalogar como blanco o negro, es que la ley no impide la salmonicultura, ni la acuicultura. De hecho la aprueba explícitamente, pero no en medios espacios naturales.
Con esta ley, en Tierra del Fuego se podrá seguir cultivando truchas -que son salmónidos- como hasta el momento y se podría comenzar a producir a gran escala otras especies como, por ejemplo, salmones en tierra. ¿Cómo? Con circuitos cerrados que, no sólo son más ecológicos, sino que permiten obtener peces de mejor calidad, bajo un sistema conocido como RAS. Este sistema de vanguardia para la acuicultura recircula el 99 por ciento del agua que se utiliza, elimina el uso de antibióticos y pesticidas, reutiliza los residuos y, además, tiene un costo de inversión igual o menor que el sistema de jaulas. No es casualidad que esté reemplazando a las masivas granjas en aguas naturales en Noruega o Estados Unidos, países que, bien sabemos, no se caracterizan por descuidar su economía y encontraron ahí una alternativa sustentable para seguir ganando plata con el pez más famoso y susheable del mundo.
Hay un hecho insoslayable: con el crecimiento de la población y del consumo de alimentos, la generación de proteínas de calidad es un problema al que, antes o después, vamos a tener que enfrentarnos. Y la acuicultura es una salida para ese escollo que avanza cada vez con más fuerza. De hecho, se estima que para 2050 será mayor la cantidad de peces obtenidos por ese medio que por la pesca tradicional. Pero la discusión no es esa, el debate está en el cómo. Y por supuesto, en el dónde, porque todxs están a favor que se haga, pero lejos de sus casas (si no, preguntale a lxs noruegxs).
Esta es una oportunidad para que el país desarrolle tempranamente una industria necesaria, amigable con el ambiente y a la vanguardia en el mercado mundial, en lugar de quedarse con los desechos del planeta, para el consumo de exportación y las consecuencias ambientales desastrosas. Porque, además, el mercado mundial valora cada vez más los alimentos producidos de manera orgánica y ecológica.
Desde el CADIC (el Centro Austral de Investigaciones Científicas del CONICET en Ushuaia), por ejemplo, hay varias líneas de investigación que analizan tecnologías sustentables de acuicultura. Estos estudios incluyen una experiencia de cría de larvas de centolla para repoblar el Canal Beagle y, así, hacer frente a la presión extractivista, sin descuidar la conservación de la especie. También el INIDEP (Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero), por poner otro ejemplo nacional, está trabajando en el desarrollo del sistema RAS para la cría de pez limón, autóctono y de gran atractivo para el sushi, en Mar del Plata.
Entonces, para quienes piensan y gritan a los cuatro vientos que hay que regular, no prohibir, llegan tarde. Eso es justamente lo que hace la ley recientemente aprobada por todo el arco político de Tierra del Fuego, sentando un precedente a nivel mundial y abriendo la puerta para inversiones de mayor calidad. Eso sí, siempre priorizando la preservación de este hermoso lugar en el fin del mundo en el que, fueguinxs y no, elegimos vivir.
*La presente nota se realizó en base a información científica provista por Gustavo Lovrich y Mariano Diez, investigadores del CONICET en el Laboratorio de Crustáceos y Ecosistemas Costeros del CADIC, en Ushuaia.
Links de interés sobre la temática:
Problemática fueguina:
Ciencia Parlante, el Podcast del CADIC, Gustavo Lovrich (CADIC) 7/7/2021
Pasaron cosas, Radio Futurock, Gustavo Lovrich (CADIC) 1/07/2021 https://radiocut.fm/audiocut/salmoneras-tierra-del-fuego/
GPS Sin Dial https://open.spotify.com/episode/4flH9ZGLVJY9IgxCvq5JxO?si=lh-rPjH-Qfaw3V0_ifHkng&dl_branch=1&nd=1
Sistemas de acuicultura:
Portal fueguino Dar la Palabra, Mariano Spinedi (INIDEP) 26/10/2018
Artículo científico en torno a la experiencia chilena:
García, Hernández y Romano (2020) Análisis de la acuicultura de salmónidos intensiva de gran escala en el Canal Beagle como estrategia para el desarrollo de Tierra del Fuego, Estudios Económicos: https://revistas.uns.edu.ar/ee/article/view/1814
Mariela López Cordero
Mariela López Cordero es comunicadora social, especializada en ciencia y tecnología e integrante de Entre tanta ciencia. Trabaja hace más de diez años buscando formas de conectar la ciencia con la sociedad y, desde 2012, es comunicadora en el CONICET. Disfruta particularmente explorando el vínculo entre comunicación científica y arte a través de cuentos infantiles, obras de teatro y podcasts. Curiosa desde siempre, encuentra en la ciencia un modo de ver el mundo que fomenta la crítica, la creatividad y, sobre todo, la duda. Convencida de que el conocimiento es poder, ve a la comunicación como una herramienta indispensable para la democracia.