Mi regalito de fin de año

¿Ya hiciste tu balance? ¿Qué tenés en cuenta? ¿Las risas compartidas con amistades? ¿Los abrazos con barbijo? ¿Los libros que leíste? ¿Los papers que publicaste? ¿O los números de la cuenta bancaria? En cualquier caso todos estos parámetros están bien, y también puede que se sumen entre ellos. Ahora, los papers y la plata es algo que las protagonistas de esta columna no pudieron poner en su lista de fin de año, de ningún año.

Porque en esta ocasión te traigo a auténticas mujeres borradas de la historia de las invenciones y descubrimientos. Con aportes que cambiaron radicalmente la vida para la mitad de la humanidad… la que tiene vulva, vagina, menstrua y gesta. Porque la birome, el colectivo y la transfusión de sangre sabemos perfecto que las inventó un tipo, y hasta capaz que le sabemos el apellido. Así que, ¿por qué no conocer a quienes inventaron toallitas, copas menstruales, el ácido fólico, los pañales descartables y el test de embarazo rápido? No doy más vueltas, aquí viene lo bueno muchachxs…

Gestión Menstrual

Vamos con productos de gestión menstrual, brevemente, si querés conocer más te recomiendo el libro Cosa de Mujeres, de Eugenia Tarzivachi.

¿Cuándo y dónde aparecen los primeros “protectores femeninos”? Más o menos por 1870 surgieron productos por catálogo para cuidar el derrame de sangre en mujeres, pero diseñados por hombres, que no tuvieron la repercusión que esperaban. Las toallitas como las conocemos hoy surgieron a finales de la Primera Guerra Mundial y muy relacionado con el fin de la esclavitud en los Estados Unidos. La cosa es así: la liberación de las personas esclavizadas en los cultivos de algodón encareció el precio de este. Así, las empresas que generaban apósitos desarrollaron un nuevo material, el cellucotton, que fue comprado en cantidades siderales por el gobierno del Norte hacia las puertas de la I Guerra Mundial, en 1915. Pero la guerra no iba a ser eterna. Para cuando se firmó el armisticio que puso fin al conflicto, en 1918, a Estados Unidos le sobraban 357 toneladas del material.

Las enfermeras que habían estado en el frente de batalla, casi como si fuese serendipia, comenzaron a escribirle cartas a la empresa agradeciendo el material que les había resultado muy útil en plena guerra para la contención del sangrado mensual. El resto de la historia se cuenta sola: un mercado cautivo que sangraba periódicamente, que ya había pasado una prueba “de fuego” (literalmente) y un producto en exceso fueron los hechos que marcaron el origen a los “protectores femeninos” como los conocemos hoy. Lo gracioso es que en 1921 aparece en Estados Unidos la primera publicidad de Kotex, que mostraba una enfermera asistiendo a soldados heridos con un epígrafe que rezaba: “Para salvar a los hombres, la ciencia descubrió KOTEX”. Además de lo contradictorio del mensaje, de las enfermeras que son quienes realmente descubrieron el uso, “Nino”: ni noticias de reconocimiento. ¡Qué raro!

En 1933 aparece en el mercado el tampón, un método mucho más efectivo para evitar filtraciones. Lo inventó un chabón, Earle Haas, “por pedido de la esposa”, siguiendo “la inspiración de una amiga” y cosas por el estilo. No sabemos si ellas intervinieron en el proceso pero sí nos consta que era más difícil de usar para la época. Porque había que conocer la anatomía para poder implementarlo. Pero cuando llegó, lo hizo para quedarse.

Las empresas lanzaron campañas intensas donde especialistas de la medicina recibieron formación en el uso y beneficios del dichoso tampón: que si evitaba las filtraciones, que aparecían menos forúnculos en la zona genital, que si era más higiénico… Es más, las publicidades hacían especial hincapié en ocultar la sangre, permitiendo a las niñas-mujeres disfrutar de la inocencia por un tiempo más. Igual taaan seguro no era porque en el período 1979-1996 más de 5000 mujeres sufrieron Síndrome de Shock Tóxico por un componente que formaba parte del artilugio de gestión menstrual. Tranquis, ya no traen eso…tienen otras cosas, pero no eso. La cosa es que no se fue nunca más el tampón.

Y acá alguien podría pensar que muuuuchos años y muuuucha lucha feminista trajo a la dichosa copa menstrual a nuestra vida. Bueno, como dice el meme: PUES NO MI CIELA. En 1937 -sí, tan solo 5 años después que saliera al mercado el tampón-, Leona Chalmers, una actriz, bailarina y, por lo visto, inventora, patentó el receptor catamenial. Una especie de receptáculo de caucho vulcanizado que se introducía en el canal vaginal para colectar la sangre y evitar manchas mientras estaba en escena.

En la historia de la copa se interpuso la Segunda Guerra Mundial, porque de pronto comenzó a haber escasez de caucho y mermó su producción. Más adelante, en 1957 se comenzarían a fabricar de látex y ahí vos pensás: “listo, se vendieron por todos los mercados y Leona se llenó de guita”. JA. No, no tuvo éxito y en 1959 vende la patente y se empieza a comercializar con el nombre de Tasette. Pero, por más que intentan convencer al personal médico de lo bueno que era, no llega a vender una gran cantidad y quiebra.

Según algunas referencias, la copa ponía sobre la mesa el tabú de explorar la zona genital. ¡Pero el tampón también! Y, sin embargo, ganó mercado en esa época, con la promesa de la discreción y practicidad, porque era descartable, mantenía la sangre menstrual oculta y vendía un cuerpo higiénico. Entonces el tema no era usar un producto de gestión menstrual que te llevara a “meter mano”, si se me permite la expresión. Es que capaz era menos rentable, porque una copa dura muchos años y los tampones plantean una compra mensual asegurada. En 1987 se relanza de la mano de Keeper en Estados Unidos y, con el correr de los años, la necesidad de pensar una vida más sustentable y lo rentable que es la copa por ser reutilizable hizo que esta última estuviera presente en más de un hogar y de una charla.

Gestación

Vamos con tres descubrimientos/inventos que facilitaron la gestación y el puerperio y que estoy segura no sabías.

Si de repente esa amiga que siempre toma alcohol deja repentinamente el trago, empezás a sospechar, pero si encima saca el blíster de ácido fólico lo confirmás: está embarazada o intentando. Es un clásico, no se puede negar, pero ¿a quién se le ocurrió que era importante tomalo? Y sí, a una mujer. Lucy Wills era una hematóloga británica que se recibió en Cambridge en 1911 e inmediatamente se fue a trabajar a distintos países de África con mujeres embarazadas y puérperas.

Estando en India se dio cuenta que en las embarazadas aparecía una anemia que no había observado en el Reino Unido. Pero no se quedó sólo con esa observación, comenzó a analizar las diferencias en la alimentación entre estas mujeres y las de su país natal. La respuesta no se hizo esperar: el Marmite, un extracto de levaduras, mejoraba notablemente la anemia en monos y ratones. Como no sabía qué componente era exactamente el que le daba solución a la anemia se le llamó Factor WiIlls. Pero en 1949 se identificó que era el ácido fólico el que hacía la magia y se borró el apellido de Lucy y su participación en el descubrimiento. Todo en un sólo movimiento.

Predictor protoevatest

Aliado inseparable de los embarazos, el test rápido nos confirma o desecha esa sospecha, deseada o no. No importa cómo llegaste hasta ahí, pero una vez que pasaste los nervios de comprarlo, te encontrás con este cartuchito mínimo que te ve temblando mientras contás las horas que llevás sin orinar. No sé qué resultado esperabas, pero ese momento no es uno más, sea cual sea la respuesta ¿A quién se le pudo ocurrir generar un elemento que nos permita vivir ese momento en la intimidad de nuestros hogares, acompañadas o no, pero lejos de los fríos consultorios médicos, llenos de olor a yodo y lavandina? ¡Bingo! a otra mujer: Margaret Crane, una diseñadora gráfica que trabajaba para Pharmaceuticals.

Corría el año 1967 cuando Margaret pasó por un laboratorio de la empresa y vio unos tubos de vidrio llenos de líquido frente a espejos, preguntó qué eran y resultó que eran test de embarazos, que se colocaban frente al espejo para ver el halo rojo que se formaba con más claridad. Así que Margaret, ni lerda ni perezosa, diseñó una pequeña caja de plástico translúcido con un espejo debajo y un gotero que permitía realizar el ensayo en casa, lo patentó y se lo llevó a sus jefes. Que, por supuesto, la ignoraron olímpicamente, porque ¿cómo darle el poder a las mujeres de saber de un embarazo sin la intervención de un médico? ¿Y si decidían abortar? ¿Qué se han creído? ¿Que su cuerpo es suyo? Cuestión que en 1971 cede la patente y en 1978 la empresa lo lanza al mercado como Predictor, facturando millones de dólares y diciendo que la idea era de un señoro, cuyo nombre no vamos a decir porque regalos no hacemos. Sobre Margaret… bien gracias.

Margaret Crane

Superado el momento de hacerse el test, de tomar el ácido fólico y una vez que la nueva vida llega a este mundo, llenará de alegría a la familia que le espera y hará tres cosas básicas: comer, dormir y cagar. Centrémonos en este último paso, o mejor dicho en la forma de contener las heces infantiles. Claro que la llegada de los pañales descartables marcaron un antes y un después en la gestión familiar de cada bebé recién nacidx. Su inventora fue Marion Donovan, una estadounidense que venía de una familia de inventores que en 1946 y con una niña pequeña  se preguntó: ¿EN SERIO TENGO QUE LAVAR ESTO TODOS LOS DÍAS? En realidad fue un poco más profundo que eso. Las mujeres ahora formaban parte del mercado laboral y no disponían de todo el tiempo que se tenía antes para lavar pañales.

Pero es cierto que la motivación personal y que era más ligera que un bombero para inventar cosas (porque tiene otros objetos en su haber) se puso a diseñar pañales con tela de paracaídas, por lo impermeables. Los probó con su hija y, en 1949,patentó el modelo. Pero con el uso se dio cuenta que necesitaba una parte absorbente, de celulosa. Cuentan que estuvo más de 10 años buscando quién le ayudara con el tema, pero a las empresas les parecía que no era rentable el invento. Y recién en 1959 la empresa multinacional P&G la escucha y sale entonces al mercado la conocida marca Pampers. Así que si alguna vez agradeciste no tener que lavar el pañal de un hijx, sobrinx, nietx, o bebé de amigxs es gracias a Marion.

Marion Donovan

Te confieso que toda la columna la hice con la canción de Arjona en la cabeza, esa que dice: “mujeres, lo que nos piden podemos, si no podemos no existe, y si no existe lo inventamos por ustedes MUJERES”. Porque sin entrar en debates sobre el pobre Richard dejame decirte que nosotras no, no nos inventan nada, nosotras nos lo inventamos solitas. Porque nadie piensa en una solución si no ve ahí el problema, y por eso es tan importante contar con todas las miradas a la hora de crear conocimiento.

Hasta aquí llegó esta columna, espero que te sirva para la mesa de Año Nuevo y, por qué no, para Reyes. Para motivar a esas niñeces que andan cerca, para desasnar a la abuela o para tener tema de conversación y evitar hablar de los cuerpos/vidas del resto. Gracias por acompañarme en este año tan maravilloso de crecimiento, no te olvides que mezclar vino con cerveza hace mal y está bueno tomar agua entre copa y copa.

Nos leemos en 2022.

Dani

Daniela Garanzini
CCT CONICET Mar del Plata | Ver más publicaciones del autor

Dani Garanzini es marplatense por adopción. Estudió Biología y trabajó en ciencia de laboratorio durante más de 10 años. El teatro, la docencia y la comunicación empezaron a ganar terreno en su vida cuando promediaba el doctorado en Ciencias Biológicas. Ese mismo camino le enseño que la ciencia no sirve si no se comparte y, así, se sumergió en el mundo de comunicar la ciencia a tiempo completo. Tarea que hoy realiza en diferentes formatos y plataformas, con tantas ganas como errores, pero con la convicción de que la comunicación de la ciencia es un puente inevitable e imprescindible.

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