“La ciencia sigue siendo mejor alternativa que confiar en la intuición”

Guadalupe Nogués es doctora en Biología Molecular. Fuente imagen: Charlas TEDX Río de la La Plata

En algún descuido, uno podría leer Pensar con otros. Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad y confundirse de fechas. ¿Acaso se escribió al calor de estos meses de pandemia, donde la desinformación, las controversias y los debates en la forma en que se comunica la ciencia estuvieron a la orden del día (y del año)?

La confusión se aclara rápidamente. “No es que yo tenga algún poder mágico de predecir lo que iba a pasar, era lo que ya estaba pasando desde antes. La pandemia acentuó todo y lo volvió más visible” comenta Guadalupe Nogués, doctora en Biología Molecular y autora del libro editado en 2018 por El Gato y la Caja (que se puede leer gratuitamente acá). En esta obra volcó cuestiones en las que viene trabajando hace tiempo: cómo se construye el conocimiento científico y la diferencia con las meras opiniones –por más que sean de científicxs-, qué factores juegan a la hora de tomar decisiones, cómo impactan las toneladas de información que recibimos a diario y un largo etcétera.

«El papel de la mirada científica en el ciudadano que hace cualquier otra cosa que no sea ciencia es esencial”

Guadalupe Nogués

A partir de sus líneas de trabajo y de lo observado en estos meses, en esta entrevista Guadalupe desmenuza y analiza posturas en torno a cómo es concebida la ciencia, el rol que tuvo y tiene la incertidumbre, la necesidad de una mirada menos binaria y con más grises y el gradualismo como perspectiva para pensar en la pospandemia.

“Luego de los años de investigación en biología, fui migrando a la comunicación para ampliar un poco más el campo de trabajo y llegar a más personas, sobre todo a quienes no quieren hacer ciencia o no les interesa. El papel de la mirada científica en el ciudadano que hace cualquier otra cosa es esencial” remarca. Puntapié inicial para una charla que tal vez no dejarás afirmaciones concluyentes pero sí (más) preguntas.

En varias oportunidades se marcó que el 2020 nos permitió “ver” ciencia en “tiempo real”. ¿Coincidís con esa mirada?

Sí, totalmente, a un nivel que no habíamos visto nunca. Se destinaron recursos monetarios y recursos humanos, hubo muchísimas colaboraciones entre países, y todo eso hizo que la ciencia avanzara tremendamente rápido, con muchos ojos mirando. Si dejáramos de lado los errores o los intereses, y sólo nos enfocamos en la ciencia bien hecha, la realidad de la ciencia es que hoy se sabe esto, y debemos tomar decisiones con la mejor evidencia disponible. Ahora bien, esa evidencia disponible es incompleta, porque no es toda la información que podemos tener; es compleja, porque nos cuesta interpretarla, entenderla, y además se va refinando y profundizando todo el tiempo. Entonces, lo que la OMS podía decirnos como sugerencias y recomendaciones para prevenir el contagio en marzo del 2020, claramente no es lo mismo que nos pudo decir unos meses después, o lo que nos puede decir ahora. Y, por un lado, es algo súper esperable, es una indicación de lo bien que funciona la ciencia, porque significa que se está poniendo a prueba y que es desafiada a múltiples miradas. Pero, desde la mirada pública, eso es tremendamente confuso. Por eso es que la labor del periodismo y la comunicación es esencial, para ayudar lo más posible a que las personas comprendan que es lo que está pasando, y no sumar la angustia y emociones negativas que terminan perjudicando.

El Director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus

Pareciera que hay una distorsión o un concepto erróneo sobre qué es hacer ciencia, por las quejas en cuanto a cómo cambiaban las recomendaciones de la OMS, o por tomar consideraciones científicas como verdades concluyentes. ¿Qué variables históricas y culturales considerás que se están jugando ahí?

Se puede considerar en varios niveles. Por un lado, la ciencia, como actividad humana, tiene una metodología muy cuidada y muy refinada, que se va puliendo. La ciencia de hoy, por ejemplo, no es la misma de hace 50 o 100 años. Si consideramos el contexto histórico, la ciencia tuvo que ir a pelear un lugar y un espacio para contrarrestar el “a mí me parece que”, las intuiciones y aspectos más vinculados a la subjetividad. En ese sentido, tal vez exageró un poco en presentarse como actividad que genera respuestas plenamente objetivas. Dentro de todo, es una de las mejores herramientas que tenemos para responder preguntas que tienen que ver con el mundo real y con cómo funcionan las cosas, pero, a su vez, es una actividad hecha por humanos, que tenemos un montón de subjetividades, sesgos e intereses. Y también hay incentivos, gente corrupta, o mediocre…al igual que en cualquier otra actividad humana.

Entonces, el resultado final es una combinación de todo eso: una actividad humana, en constante cambio y que, si bien es una de las mejores herramientas para explicar el mundo que nos rodea, no es objetiva ni infalible. Y también está la doble condición de que es una actividad competitiva, donde varios grupos de investigación están abordando un mismo problema –a veces con técnicas similares-, y se produce una especie de “pelea” por ver quién lo resuelve mejor y más rápido; y, al mismo tiempo, es una actividad muy colaborativa, donde hay permanentes vínculos de investigación con otros grupos. Entonces, el resultado termina siendo algo que se auto mejora permanentemente. Las falencias hay que reconocerlas, es un error intentar barrerlas bajo la alfombra porque la ciencia sigue siendo mejor alternativa que confiar en la intuición o ser superficiales en el análisis.

En ese sentido, ¿te sorprendió que desde muchos sectores se considerara a la ciencia como algo ya establecido y absoluto, sin lugar para errores o contrapuntos?

Sinceramente, no me sorprendió. Soy docente desde hace muchos años, y hay todo un debate en torno a cómo se enseña ciencia en la educación formal, ya sea inicial, primaria o secundaria. Y también cómo se la cuenta en los medios. No se trata de generalizar, pero quizás lo que más se ve en las noticias científicas es que están contadas como “finalmente se sabe, tal cosa es así”, con un nivel de certeza que la ciencia no suele poder dar. Ya pasaba desde antes, pero en pandemia la situación se agudizó, sobre todo si tenemos en cuenta que es un tema que toca todos los ejes: el científico, el político, el social, el económico, el ético, el cultural, el educativo…Hubo y hay un gran nivel de avidez de información científica de todo el mundo, en todo momento, durante todo un año. Entonces, la conjunción de cómo se comunicaba la ciencia y esa enorme demanda de información fue explosiva y complicó mucho el panorama.

En relación a la incertidumbre, y a lo que comentabas antes respecto a que la ciencia no da respuestas absolutas ni concluyentes, pareciera que nos cuesta aceptar que hay cosas que todavía no sabemos, y que falte aún para saber…

Sí, nos cuesta la idea de incertidumbre porque va totalmente en contra de lo que nosotros queremos a nivel emocional. Nos hace sentir inseguros, “hago esto, pero capaz no es lo que tenga que hacer”. Y estamos en un contexto de altísima incertidumbre, por los múltiples factores. Si se trata de decisiones, uno puede pensar –a modo de ejemplo- en una cuarentena para disminuir la propagación del virus. Pero si lo pienso desde otra perspectiva, eso genera sedentarismo, con lo cual aumenta el riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas. Si salgo del plano de la salud y voy a lo educativo, se puede pensar en cerrar la presencialidad, pero, a su vez, algunos hogares tienen ambientes violentos, o los chicos deben salir a trabajar, o cuidar a sus hermanitos menores…Es decir, a medida que se va abriendo el panorama y sumando variables, se suman capas de complejidad que vuelven muy difícil tomar decisiones. Entonces, se toman decisiones de la mejor manera posible, con la mejor evidencia posible –que tampoco es tanta-. Hay incertidumbre y va a seguir habiéndola. De hecho, la OMS hizo ya toda una serie de recomendaciones a los gobiernos para que empiecen a comunicar mejor la incertidumbre, porque es clave y esto sigue para rato.


También analizaste como clave el gradualismo, de pensar a la pospandemia como un proceso y no como un “día uno de la vuelta a la normalidad”. ¿Qué perspectiva tenés respecto a ese fenómeno?

Nuestras mentes, en general, van hacia lo que nos hace sentir bien y huyen de lo que nos hace sentir mal. Eso lo hacemos todos, en mayor o menor medida. Siempre vamos a buscar a alguien que nos diga “sí o no”, “blanco o negro, “esto es así y no va a cambiar”. Pero hay matices, hay ambigüedades, hay grises, las cosas, por lo general, nunca son binarias, y eso también forma parte de lo que tenemos que aprender. Antes mencionaba en cuanto a cómo funciona la ciencia, aspecto que los científicos saben y entienden. Cuando ese proceso está mostrado a la sociedad, que tiene un interés emocional, se necesita también comunicar esas incertidumbres y ese gradualismo. Lo emocional tiene que ver con ese “necesito recuperar mi vida”, hay miedos por el trabajo, por los hijos, miedo a contagiarse o que se contagien seres queridos. Son cosas urgentes para cada uno. A veces se comunica la idea de que, como ya viene la vacuna, ya terminó el problema y da esa leve sensación de seguridad. Pero es sólo por corto plazo, porque después queda en evidencia que no volvemos, todavía, a nuestra vida de pre pandemia. Y todo eso es muy complejo de comunicar.

Su charla en TEDX Río de la Plata tiene más de un millón de reproducciones en Youtube. Fuente imagen: TEDX Río de la Plata


Se suele marcar la diferencia entre la vacuna, como un producto tecnológico, y la vacunación, como un proceso social. ¿Qué estrategias se pueden pensar para derribar mitos, prejuicios o hasta miedos que hay en sectores que no se quieren vacunar? ¿Qué cuestiones o factores se juegan ahí, más allá de la educación y la información?

Ya desde antes de la pandemia, los que trabajamos con estos temas veníamos hablando sobre la baja de confianza en las vacunas. Es una tendencia que se viene desarrollando en los últimos años, incluso en países desarrollados, donde no hay faltantes de vacunas. Hay vacunas disponibles, pero la gente desconfía y no se vacuna. Y es un tema que toca muchas fibras emocionales y de identidades, de cómo uno se percibe a sí mismo y cómo se percibe como parte de una sociedad. Es decir, no es un tema meramente de información o de educación. Es importante entender que muchas de las reticencias y las dudas que pueden surgir en algunas personas son tremendamente racionales. Y esas dudas hay que poder responderlas con mucho cuidado y mucho respeto.

Actualmente, hay muchas personas que plantean “yo no soy antivacuna, pero…”, y eso hay que escucharlo con mucho cuidado y atención. A veces pasa que alguien pregunta en las redes sociales y se llena de comentarios agresivos o, directamente, se lo ignora. Y, en realidad, lo que estamos haciendo es colaborar a que esa persona no tenga confianza. Más allá de los planes de vacunación, que tienen que ver con las gestiones de los gobiernos, me parece que cada uno de nosotros tiene algo para hacer en ese proceso: tratarnos un poco mejor, comprendernos y escucharnos más. Hay dudas que son muy genuinas y muy importantes. Como sociedades, necesitamos vacunarnos con las mejores vacunas disponibles, de la manera más rápida posible, para que esta situación se termine lo antes posible. Y ese tiempo será más largo o más corto, de acuerdo también a cómo nosotros actuemos.

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