El corazón de la matemática

Alicia es matemática e investigadora del CONICET y de la UBA, donde, además, es docente. Fuente imagen: Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Argentina.


*Por Marcela Bello (especial para Entre tanta ciencia)

“Ya conté muchas veces mi historia”, comienza la matemática Alicia Dickenstein, pero lo hace una vez más -con alguna que otra primicia- para que “la gente se entere de que existe una carrera en matemática, en particular las chicas”.

En febrero de 2021, Alicia recibió el Premio L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia “por sus trabajos excepcionales a la vanguardia de la innovación matemática, aplicando la geometría algebraica al ámbito de la biología molecular”. Recibió la noticia a través de un llamado telefónico proveniente de Francia, que casi no atiende porque estaba en una reunión virtual con otras colegas.

– ¿Quién fue la primera persona a la que le contaste que habías recibido este premio?

– A mi mamá 🙂

Especialista en geometría algebraica y sus aplicaciones, Alicia trabaja en el Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y en el Instituto de Investigaciones Matemáticas Luis A. Santaló.

Durante años ha buscado discriminantes. “Imaginate que tenés un dibujo de un corazón -explicó Alicia hace unos años a NexCiencia-. Ese corazón tiene abajo una puntita, como un pinche, que es especial porque no es igual al resto que es redondeado. Bueno, eso se llama singularidad. Lo que hacen los discriminantes es detectar las singularidades. Se aplican a múltiples sistemas, para tratar de estudiar dónde hay algo que matemáticamente se llama singularidad”.

La científica pone como ejemplo el movimiento de un brazo robótico: “Si el brazo pasa por una singularidad, puede hacer un movimiento brusco y romperse. Por eso hay que evitar las singularidades, para que todo el movimiento sea suave. Y para eso tenés que detectarlas”.

En los últimos años concentró su trabajo en las aplicaciones de la geometría algebraica en el ámbito de la biología molecular y también en “temas teóricos de geometría algebraica real derivados de esta aplicación, en un área que se llama geometría tropical”.

Una ecuación con casualidades y alegrías

Alicia egresó del Colegio Nacional de Buenos Aires en 1972 y, unos meses después, comenzó a cursar la licenciatura en Ciencias Matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA.

– ¿Cuándo decidiste que ibas a estudiar esta carrera?

– Fue de casualidad, no sabía lo que quería hacer. La matemática me divertía, le explicaba a mis compañeros, pero no pensé que había una carrera, pensaba dedicarme a la educación. Cuando me faltaban pocos meses para terminar el secundario, me ofrecieron hacer un test de orientación vocacional con Élida Leibovich de Gueventter, que era profesora de filosofía y psicología, y ella misma había diseñado los test. Ella me dijo: “Acá salió ciencia abstracta, ¿por qué no estudias matemáticas?”. Yo tenía el prejuicio social de que solo gente rara podía estudiar matemática. Pero ella me insistió y me dijo que, si no me gustaba, podía ir a hacer educación. Así que entré sin conocer a nadie y me di cuenta de que era lo que me gustaba hacer. Después no pare.

– ¿Te acordas del primer día de cursada?

– No del primer día. Pero, no sé en qué momento, me hice amiga de una chica que estudiaba física y empezamos a estudiar juntas. Es muy importante tener un soporte, trabajar con alguien, ayudarse.

En ese momento, Alicia vivía en Corrientes y Pueyrredón, a unas 20 cuadras del Obelisco porteño. “El viaje me llevaba como 45 minutos. Tenía que tomar dos colectivos”, recuerda y cuenta la solución que encontró para tardar menos: “¡Creo que realmente fuimos pioneros! A fin de ese año, con un grupo de amigos armamos un grupo que se llamaba DJYP, que quería decir Dejate de Joder y Pedalea. Íbamos hasta la Facultad en bicicleta y nos llevaba 25 minutos”.

Cuando comenzó la universidad, tuvo que pasar un mes en cama con mononucleosis. Era 1973 y Héctor Campora estaba por asumir la presidencia de Argentina. “Mi amiga me pasaba los materiales, no sé cómo hacíamos para estudiar, no había internet, ni nada, pero uno se arreglaba y todo funcionaba”, dice Alicia, que inmediatamente cuenta que en ese momento “estaba aburridísima” hasta que le regalaron un senku, un juego de estrategia en el que se debe ir eliminando todas las piezas del tablero, saltando una sobre la otra, hasta quedar una sola.

“Me pasé 20 días jugando al azar, nunca lo lograba, hasta que un día me pregunté “¿a dónde quiero llegar?”. Entonces ahí hice al revés, “si yo quiero llegar acá, ¿cuál debería haber sido el o los pasos anteriores?”. Así clarifique el objetivo y en un par de horas lo había solucionado. Creo que es interesante extrapolarlo a la vida en general, cuando quiero conseguir algo pensar que voy a necesitar antes”, afirma.

El Senku , conocido también con el nombre de «Solitario» o «Uno Solo», es un juego de tablero solitario abstracto.


– Que formabas parte del club DJYP y que jugabas al senku no aparece en otras entrevistas… Son dos primicias…

– No, no lo había contado antes -dice entre risas-.

En 1975 comenzó a dictar clases como ayudante, se graduó como licenciada en matemática en 1977 y un tiempo después, con 27 años, se doctoró también en la UBA con una tesis sobre geometría analítica compleja, bajo la dirección del matemático Miguel Herrera. “Un mes después de que terminé mi tesis murió mi director, muy joven. Y ahí quedé en medio de la nada, huérfana”, relata Alicia, que tenía una hija pequeña y un hijo recién nacido.

– ¿Cómo continuaste tu carrera?

– Era una época donde los salarios eran terribles, tenía trabajo, pero muy mal pago. No sabía qué hacer, de golpe me tenía que hacer grande. Todavía era pre-correo electrónico, no llegaban revistas y por varios años no hubo visitantes. Tuve muchos años de búsqueda, de ver qué podía hacer, cómo podía ser productiva. Me llevó entre 6 y 9 años de suerte y de perseverancia encontrar mi camino, no había ningún camino hecho para mí, lo tuve que encontrar.

En esos años de búsqueda, Alicia fue cambiando de tema según los lazos que establecía con otrxs colegas, a quienes fue conociendo en charlas a las que era invitada en el exterior, y de a poco se especializó en geometría algebraica, su tema actual. “Hice cosas bastante variadas. Fui aprendiendo a medida que avanzaba”, relata.

En 1996, Alicia se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de directora del Departamento de Matemática de la FCEN y, entre 2015 y 2018, fue vicepresidenta de la Unión Matemática Internacional, convirtiéndose, así, en la primera argentina y en la segunda mujer en ocupar el puesto. Hoy integra el 22 por ciento de mujeres con cargo de investigadora superior (la categoría más alta) en el CONICET, organismo al que ingresó en 1985. “Realmente tuve mucha suerte porque jamás pensé que había algo que podían hacer intelectualmente los hombres y las mujeres no. Y eso es muy bueno, porque parte del problema es que muchas mujeres piensan, por estas convenciones sociales, que las carreras más duras son solo para hombres, que no son femeninas, que las mujeres no podemos. Está muy metido en los prejuicios sociales, que es lo más complicado, y eso produce autocensura en las mujeres y hace que rindan menos, porque si crees que no lo podés hacer no lo vas a hacer”, remata.

Durante 2021, y a raíz del premio Premio L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia, la imagen de Alicia estuvo en aeropuertos del mundo.


A lo largo de su carrera, Alicia obtuvo distintos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Internacional de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS) – según sus siglas en inglés- en 2015 y el Premio Consagración en Matemática de la ANCEFN en 2017. También es integrante de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de la Academia Nacional de Ciencias, ambas de Argentina. También ha publicado libros para niñxs y adolescentes, entre ellos Matemax, La Matemática en todas partes, que, en 2020, tuvo su versión en inglés.

– ¿Cómo te ves en 5 años?

– Yo ya tengo muchos años. Sigo investigando, hago algunas cosas más de contenido social para poder ayudar a otrxs. No sé todavía bien qué voy a hacer, me estoy por jubilar. Pero acepto estas entrevistas porque me parece interesante lo que pueda aportar para incentivar a otra gente o ayudarlos a conectarse con el placer de pensar. 

– La mayoría de quienes hacen investigación en matemáticas tienen una visión de la matemática como creativa, que discute, y esa, en general, no es la primera impresión que se lleva la mayoría de las personas. ¿A qué crees que se debe?

– Por un lado, se enseña muy mal, porque realmente no se enseña como una manera de pensar, del placer de pensar, sino como una serie de reglas que hay que memorizar, y no hay nada más lejos de la matemática que tener que memorizar reglas. También hay una cosa un poco hermética, porque hay un lenguaje que hay que atravesar que no es tan fácil. Pero, efectivamente, ese concepto es errado, la matemática es todo el tiempo creación, hay que tener mucha creatividad y ser mucho más apasionado de lo que la gente se imagina. Hace falta pasión para trabajar en matemática.

Y como hizo en el cierre de una de las últimas charlas que brindó, Alicia muestra su amor por la disciplina con una ecuación algebraica y recuerda que “para dibujar el corazón en la computadora, hace falta matemática”.

Para dibujar el corazón, sostiene Alicia, «hace falta matemática»

Mucho más que 8M(ujeres) es un ciclo de entrevistas donde ocho periodistas científicas entrevistan a ocho investigadoras a las que admiran. Cada artículo se publicará el 8 de cada mes, durante el 2022.


Marcela Bello
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Marcela Bello es periodista científica de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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