De atajar penales a desentrañar los misterios de la vida en la Puna


*Por Daniela Orlandi (especial para Entre tanta ciencia)

La microbióloga molecular Virginia Albarracín está acostumbrada a atajarle las dificultades a la vida y a dejar todo en la cancha, como lo hacía con su equipo de fútbol en la adolescencia y parte de su juventud. Fue la primera arquera de San Martín de Tucumán y, desde entonces, lucha por sus metas y se gana cada lugar que ocupa a puro tesón. Mientras hacemos la nota para Entre Tanta Ciencia, está en la Universidad de Marburg, en Alemania, con la beca de investigación Georg Forster de la Fundación Alexander von Humboldt.

Esta investigadora de 43 años es directora del Centro Integral de Microscopía Electrónica de doble dependencia entre la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET, dirige grupos de investigación y es militante por una ciencia con perspectiva de género. Desde 2015, lidera el proyecto Ciencia Con M, un programa para mejorar la participación y visibilización de las mujeres en la ciencia y fomentar las vocaciones científicas en niñas y adolescentes. Además, desarrolla actividades para promoción de becas en el exterior y mentoreo de jóvenes científicxs. Es presidenta de la asociación de exbecarixs “Marie Curie- delegación argentina” y fue embajadoraen Argentina de la Asociación de exbecarixs de la sociedad Max-Planck.

Algunos momentos de su recorrido científico fueron cuesta arriba y le hicieron dudar de la profesión que abrazó desde su juventud. Virginia recuerda que, en 2001, por ejemplo, la crisis económica golpeó tan fuerte a la Argentina y a la ciencia en particular, que amenazaban con cortarles la luz por falta de pago en la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PROIMI- CONICET), donde investigaba. “Teníamos los preparados en la heladera y todos sacábamos las cosas para llevarlas a las casas y no perder los trabajos, que habían costado años de esfuerzo. Al material plástico -como las puntas de pipetas- lo lavábamos y volvíamos a usar. Mi jefa ponía de su bolsillo para que hiciéramos los experimentos. Por suerte eso mejoró a partir de 2005, aunque el cambio para importar materiales siempre nos mata”, opina.

“Desde chica fui muy curiosa”

Pero vayamos un poco a los orígenes. Aunque Virginia no tenía en claro que quería ser científica o que se iba a dedicar a la microbiología, desde chica sentía un fuerte interés por entender el funcionamiento de las cosas y, sobre todo, tenía siempre mucha curiosidad por conocer el mundo. “Me gustaban los animales marinos, leía la revista Muy Interesante, las enciclopedias, me gustaban los microscopios y cómo se veían las cosas normales cuando la pasábamos por una lente”, rememora.

La hoy doctora en Bioquímica y licenciada en Ciencias Naturales cuenta que, en los primeros años del doctorado, le costó engancharse en la carrera porque no le veía mucha aplicación. “Quería hacer algo que mejore a la sociedad y lo veía lejano. Ahora se fomenta una ciencia que tiene que estar más aplicada al desarrollo del país y a la soberanía. Antes, la ciencia básica era lo fundamental y no importaba tanto si se aplicaba o no; ahora el fundamento es distinto”, señala.

Virginia trabajando en la Universidad de Marburg, en Alemania, con la beca de investigación Georg Forster de la Fundación Alexander von Humboldt. Fuente imagen: gentileza investigadora.


La científica cuenta que en tercer año de sus estudios de grado tuvo una crisis vocacional: comenzó Medicina en la UNT y siguió con ambas carreras. “Me faltan cinco materias y me recibo de médica. La voy a terminar para dedicarme al diagnóstico por imágenes, a la anatomía patológica y, en definitiva, para seguir investigando. En Ciencias Naturales eran 25 materias para recibirse y en Medicina ya voy aprobando 45”, detalla.

Bacterias que se curan así mismas

Al principio de su carrera como científica, Virginia investigaba la remediación en base a bacterias para disminuir los efectos de la contaminación ambiental. “Lo bueno de ser investigadora es que tenés libertad para decidir qué hacer cada día. Luego, si empezás a viajar, conocés otras culturas y ves que en otros lugares se trabaja distinto, aprendés nuevas forma de investigar”, sostiene. 

Actualmente se dedica a estudiar las bacterias de la Puna, que están sometidas a condiciones extremas de temperatura, y a entender cómo hacen para resistirlas. Está convencida de que esa característica las convierte en un buen modelo para aplicaciones futuras en la medicina, el agro y la industria. “Si soportan esas condiciones, pueden soportar procesos industriales de alta y baja temperatura, tener más versatilidad y mejores funciones”, enumera.

Virginia explica que la radiación ultravioleta puede dañar el material genético y provocar cáncer de piel en las personas, por ejemplo. “Las bacterias de la Puna están expuestas a esas radiaciones y ellas mismas reparan el daño que se les genera y quedan como antes de la exposición. Tienen unas enzimas llamadas fotoliasas, que reparan el daño producido por la luz e, inclusive, usan esa luz para funcionar”, describe. 

Virginia comenta que son sistemas que tenían los primeros organismos sobre la tierra hace unos 3.500 millones de años. “Estudiar las formaciones de esas bacterias es como estudiar el pasado. Cuando se acumulan en cantidad se hacen como una alfombra, se van sedimentando y las encontramos en distintos sistemas de la Puna”, puntualiza.

El grupo de investigación de Virginia. Fuente imagen: gentileza investigadora.


Virginia “copió” el ADN de las bacterias de la Puna y con ese modelo produce unas proteínas similares en el laboratorio, para luego analizar si funcionan reparando su propio sistema. Inclusive, ahora continúa los ensayos en Alemania con instrumentos de observación más complejos que los que tiene en su provincia natal. “Son proteínas fotoactivables que sirven para reparar ADN y podrían utilizarse en una crema o en un fármaco para tratar, por ejemplo, células tumorales”, aventura.

Mis tres mayores pasiones

“Mi hijo Raulito, de 8, es mi mayor pasión, seguido por la ciencia y el fútbol. Y, aunque me encanta ser mamá, no tendría más hijos”, confiesa. Considera que llevó muy bien la maternidad y trabajar al mismo tiempo y no sintió que eso la detuviera en su carrera. “Tuve la ayuda de una empleada, de mi pareja y de mi mamá, que estuvieron al pie del cañón en la crianza. Pero sí tuve que posponer actividades sociales o los entrenamientos y, a veces, hasta suspendí los partidos de fútbol que se hacían los fines de semana”, comenta.

Opina que, a diferencia de lo que ocurre con los investigadores y con los hombres en general, “cuando sos mujer terminás de trabajar y empieza la tarea en la casa. Aunque reconozco que mi hijo se adaptó mucho a mi trabajo y a viajar porque, por becas de investigación, estuve muchas veces fuera del país”, describe. Y ahora se encuentra con Raulito y su mamá en el país germano. Su esposo, que se dedica a la política, en esta ocasión no pudo acompañarla.

Virginia dejó de jugar por una lesión y dice que extraña los partidos, y ahora, para mantenerse activa, hace caminatas y yoga. “Tuve una lesión cuando estuve en un equipo de Alemania y jugábamos en una cancha sin pasto, porque en invierno se congela. Tuve dos lesiones, una en la espalda y otra en la rodilla y, desde entonces, dejé el deporte profesional”, explica.

Recuerda que estuvo en Alemania durante el Mundial 2010, que se disputó en Sudáfrica, donde Argentina perdió 4 a 0 contra el equipo germano. “Yo estaba viendo el partido con la camiseta de Argentina y me acuerdo de la emoción que se vivía en las calles (porque ellos también son muy futboleros como nosotros) y después, claro, las gastadas cuando perdimos”, se ríe al rememorar y dice que este Mundial ya estará de regreso para verlo en Argentina.

“Los micromachismos ya no me parecen normales”

Virginia tiene una amplia trayectoria a favor de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la ciencia y dirige actividades para despertar vocaciones científicas en niñas y adolescentes. Sin embargo, cuando reflexiona si sufrió machismos en su carrera, revela que recién con los años tomó conciencia de situaciones que antes le parecían normales.

Explica que antes lo veía como algo personal, pensaba que no caía bien a algunos jefes. Y afirma que, ahora, entiende que ese destrato se debía a su condición de mujer. “Es un sistema de defensa donde una se olvida de esas cosas. Me acuerdo de comentarios de superiores que decían: ‘acá hay muchas mujeres, tengo que traer varones porque, si no, esto va a ser un nido de víboras’”. Y agrega que, cuando se discuten las autorías en un grupo de investigación, los hombres se suelen amparar más entre ellos para conseguir mejores posiciones. “Muchas cosas se deciden en el tercer tiempo de los famosos asados. Y eso no me lo contaron, lo viví, cuando integraba un equipo de fútbol mixto con otros investigadores”, afirma.


Reflexiona que en los grupos de WhatsApp de familias y en las reuniones del colegio de Raulito casi no hay hombres presentes. “Se da por sentado que la mamá está al frente de los cuidados. Muchas veces iban a las reuniones mi madre, mi esposo o la empleada porque por mi trabajo o mis viajes no podía. Entonces cuando la ‘seño’ me volvía a ver, me reclamaba la ausencia”.

Virginia sostiene que se debe luchar por derribar muchos estereotipos en la ciencia. Por ejemplo, pensar que las personas que hacen ciencia son señores mayores, de anteojos, delantal y de piel blanca. “Porque yo soy mujer, dirijo un centro de microscopía, tengo 43 y juego al fútbol. Y como mi caso hay muchísimos más, somos tan diversxs como las disciplinas que abordamos. Más de una vez algúnx visitante del Centro de Microscopía Electrónica que dirijo, al cabo de un rato de charlar conmigo, me dijo: ‘bueno, ahora haceme conocer al director”, cuenta entre risas.

“Con la pandemia no nos achicamos”

Igual que cuando veía una jugada peligrosa cerca del arco que defendía, con la llegada de la pandemia, Virginia buscó anticiparse y dio un golpe de timón a sus estudios para hacer frente a este enemigo mortal e invisible que se trasmitía por el aire. Explica que, al principio, por el confinamiento no podían asistir al laboratorio y pasaba más horas en casa, con obligaciones diferentes. Si bien debía ayudar a Raulito a seguir el ritmo de las clases virtuales, también se dejaba tiempo para diseñar una línea de investigación que diera un nuevo enfoque a la pandemia del SARS-CoV-2.

Así fue como presentó un proyecto para estudiar el aire y las aguas residuales de Tucumán porque, según había observado en revistas internacionales, existía una fuerte correlación entre el número de casos de Covid-19 en una ciudad y la contaminación en estos sectores. El trabajo le parecía más trascedente aun porque tendría utilidad más allá de la pandemia, ya que la provincia norteña de Argentina tiene actividades industriales que generan importantes niveles de contaminación y, con ese sistema, también podían medirse.

Superada la intensidad de la pandemia, Virginia volvió a centrarse en sus estudios de microorganismos de ambientes extremos. Consiguió una beca de la Fundación von Humbolt que le permitirá, durante tres años, viajar por tres meses al país germano para avanzar en su línea de trabajo. Mientras tanto, a cargo del Centro de Microscopía Electrónica en Tucumán, sigue resistiendo los embates de la economía, como lo hacía en la cancha. Sostiene que, cada vez que ganan subsidios para adquirir equipamiento y comprar insumos, cuando llega el dinero ya no les rinde igual porque se pagan en dólares y tienen que hacer malabares para equiparse.

Pese a los vaivenes económicos, a la pandemia y a las dificultades que representa estar al frente de un hogar con un hijo pequeño, Virginia sigue apostando a la ciencia y la militancia por más y mejores lugares para las mujeres en la carrera científica.  Tiene más activa que nunca su cuenta de Instagram, “coleccionistadebecas”, donde aconseja a científixs jóvenes cómo ingresar en programas de formación e investigación en el extranjero. Sigue dictando charlas en escuelas o invitando al Centro de Microscopía que dirige a niñas en edad escolar para mostrarles que ser científicx “es una experiencia hermosa. Con su trabajo, pueden aportar algo único y valioso a la sociedad”.


Mucho más que 8M(ujeres) es un ciclo de entrevistas donde ocho periodistas científicas entrevistan a ocho investigadoras a las que admiran. Cada artículo se publicará el 8 de cada mes, durante el 2022.


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Junio: Una mujer vestida de mar. Entrevista a Mara Braverman, por Sabrina Aguilera

Julio: Buscando el camino propio. Entrevista a Mariana Viegas, por Clarisa del Río

Daniela Orlandi
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