Literalmente Lynn Margulis no tiene competencia, ni en su trabajo ni en su mente. Aunque la cara y la teoría de Charles Darwin sean casi un ícono de la cultura pop, mientras que a Lynn prácticamente no la conoce nadie y su foto brilla por su ausencia en los libros de biología, quiero decirles que emozido engañadxs. Pero, como dice el cuento de la lechera… no sirve llorar sobre la leche derramada, mejor utilicemos esa energía para levantarnos y construir puentes. En este caso, un puente que nos lleve a conocer el trabajo que hizo (permítanme el atrevimiento) La Madre de la evolución.
Cuando yo iba a la facultad- que no fue hace tanto tiempo- me hablaban del Padre de la Evolución, Charles Darwin, haciendo loas de su avanzado pensamiento. Que haya mujeres ignoradas u olvidadas no es novedad. Pero el caso de Margulis me interpela de manera directa, porque creo que su historia también puede tener impacto sobre otras personas que estudien ciencia y, porqué no, en la sociedad en general. Porque hablar de Darwin es sinónimo de competencia y Margulis vino a plantear que la cooperación era también importante en el proceso de evolución. Dejá que me explaye.
La historia es así: Darwin plantea la Teoría de la Selección Natural basándose en el Ensayo sobre el principio de la población de un economista clásico llamado Malthus, que dice que las poblaciones aumentan hasta que los recursos son escasos, entonces compiten y el más fuerte gana. Y la economía y la naturaleza funcionan así, listo, chau. ¿A nadie se le ocurrió que esto podía ser diferente? Pues sí mi ciela, a Lynn, que postuló a la cooperación como uno de los procesos que juegue un rol clave en la evolución. Es más, sería el protagonista del gran salto que significó la aparición de organismos complejos (multicelulares). Imaginate si en medio de una carrera universitaria te dijeran que la competencia no lo explica todo y que la cooperación te puede llevar más lejos… una bomba. Ahora trasladalo a la economía, a las sociedades y… sí, ya mejor me dejo de soñar.
Hay que reconocer que Charles había roto el molde cuando dijo que todos los organismos sobre la tierra provenían de un mismo ancestro común. Pero entre una bacteria procariota y una ballena hay una gran distancia ¿Cómo aparecieron esas células más chiquitas, organizaditas en su interior y que lograron convivir con otras para formar tejidos, órganos y sistemas de órganos? Lynn Alexander, que tomó su apellido de su segundo esposo (esto no lo entendí nunca, porque su primer esposo fue Carl Sagan, Lynn Sagan podría haber tenido mucho más marketing, pero bueno, también podría haberse quedado con su propio apellido y no lo hizo) escribió un paper donde teorizaba el proceso que le daría origen a las células eucariotas que, mucho más adelante, dieron lugar a la gran diversidad de vida que conocemos.
Acá me quiero detener un poquito, porque la publicación On the Origin of Mitosing Cells es digna de un párrafo aparte. Primero que nada, alguien me comentó en una clase de aquel lejano primer año de la facultad que ella habría escrito este artículo durante su licencia maternal (tuvo cuatro retoños, dos con Sagan y dos con Margulis) ¿Por qué durante el embarazo? Porque se llevaba todo por delante con su barriga crecida. La realidad es que por más que busqué en los océanos más profundos de las biografías no autorizadas, no encontré nunca una fuente fiable que confirmara ese dato, pero decime que no te sonó familiar y totalmente factible.
Es interesante, porque hasta hace muy poco tiempo, en nuestro país no existía la licencia por maternidad si estabas usufructuando una beca. Por eso se podían ver muchas panzas en los laboratorios, campos y oficinas hasta último momento. Hoy eso cambió, sin embargo, los derechos ganados no deben ser descuidados. Todavía se puede escuchar a figuras renombradas del ámbito de la ciencia que plantean que no necesitan beneficios por tener ovarios, entonces, ¿habría que pensar a la gestación como una decisión de lujo? Quizás quien defiende este argumento de manera tan liviana, olvida las condiciones materiales que le posibilitaron esa carrera. Quizás, si en el sistema se tratara un poquito más de cooperar y no sólo de competir, nadie se vería perjudicadx por invertir años de trabajo productivo en re-productivo. Todo esto no hace más que confirmarme lo que creo: seguro que Lynn sí estaba embarazadísima al momento de escribir ese paper.
El otro -que sí está recontra chequeado y no entiendo cómo nadie te lo dice mientras estás haciendo el doctorado- es que el artículo fue rechazado 15 veces, hasta que el Journal of Theoretical Biology aceptó publicarlo en 1967. De verdad, no me parece un dato para pasar por alto: la frustración es la primera barrera a superar cuando entrás en el mundo de la ciencia y es duro. Mi primer paper fue rechazado como 5 veces y lloré semanas enteras, sentía que no servía para la ciencia y que no me merecía esa beca (sí, la meritocracia se filtra por todos los huecos que encuentra). De haber sabido que a la propia Margulis, una bióloga que obtuvo su grado de licenciatura en la Universidad de Chicago con tan sólo 18 años y un doctorado en Berkeley 6 años después, le pasó eso con una teoría revolucionaria, me hubiera deprimido menos.
Pero… el sistema científico todo el tiempo borra las identidades, en los papers sólo leemos apellidos, no conocemos las caras, y mucho menos sabemos lo que tuvo que pasar esa persona para poder llegar hasta ahí. Lo curioso es que cuando se habla de mujeres esto se acentúa, y para muestra este botón. Darwin la pifió en un montón de cosas y lo seguimos recordando, Margulis la peleó como una campeona, metió un knock-out tras una larguísima pelea y… ¿guienteconoce? ¿Acaso propongo empapelar las facultades de Exactas de todo el mundo con su cara? Sí, pero como es mucho presupuesto, me consuelo con que su nombre esté más presente en las clases de biología y su contexto sea tan destacado como el de otros (si, con O).
Ahora sí, volvamos a la publicación Sobre el origen de las células mitóticas. Lo que viene a decir su artículo es una de esas cosas que cuando te enterás decís “y sí, es obvio, cómo no se me ocurrió a mí”. El tema es el siguiente, existen por un lado células procariotas, con todo su contenido suelto en el citoplasma y por el otro células eucariotas, que tienen todo compartimentalizado, tienen sistemas de membranas (antes se les decía organelas, pero no es un término correcto, porque no son órganos pequeños en realidad) y en el caso de cloroplastos y mitocondrias además poseen su propio ADN y una doble membrana que los recubre. Cuando analizó el material genético que traen, resulta que Margulis se dio cuenta que se parecen más a bacterias procariotas que al núcleo de la célula eucariota que las contiene. Y ahí es cuando surge la magia… Lynn plantea que esas “organelas” aparecieron allí porque una célula procariota más grande las engulló y en lugar de digerirlas las mantuvo con vida, obteniendo de ellas energía y dándoles, a cambio, protección. Un PacMan evolutivo y totalmente revolucionario.
Esta idea resolvía el dilema de porqué tenían un doble membrana: su propia membrana exterior y, al ser fagocitadas por la célula PacMan engullidora, quedaban envueltas por una capa de la hospedadora. También explicaba porqué tenían su propio material genético: resabios de una vida libre. Pero te dije que era un PacMan revolucionario y vos me creíste, ahora quiero contarte porqué pienso lo de revolucionario. Es que, en este caso, la competencia no protagoniza nada, es la cooperación la que puso sobre la tierra y bajo los mares la diversidad de organismos que hoy vemos, y los que no vemos porque están extintos. Porque la endosimbiosis -no te dije pero el proceso se llamó endosimbiosis seriada– se sostiene por la colaboración de las células entre sí.
Para ser justa, la idea de la cooperación como proceso evolutivo no se le ocurrió solo a Margulis y como acá no nos gusta hacer el Efecto Matilda/Mateo es justo reconocer que esta idea de cooperación también se le había ocurrido al biólogo de origen soviético Konstantin Merezhkovski, que había publicado sus ideas a principios del 1900 y fueron ridiculizadas. Margulis las retomó y las hizo salir a la luz en el contexto de la aparición de células “euca” (como les decimos en Exactas) y para sorpresa de nadie la teoría volvió a recibir críticas igualmente duras.
Hoy la teoría endosimbiótica seriada está ampliamente aceptada y cada vez hay más hallazgos que la respaldan. Pero en el momento de su publicación encontró una gran resistencia en el campo científico y tuvieron que pasar más de 10 años para que se incorporara al núcleo duro de la teoría evolutiva vigente. Lynn demostró que la cooperación fue el proceso protagonista del salto evolutivo más importante del que tengamos registro. Es más… pensalo así: la teoría de Darwin no se encuentra vigente en la actualidad, en realidad existieron aportes superadores que dieron lugar a una teoría más robusta y aceptada: la Teoría Sintética de la Evolución. En cambio, la teoría de Margulis sí se encuentra vigente y goza de muy buena salud epistemológica. Entonces, ¿por qué ella es invisible?
Y, más aún, podés escuchar muchas veces opinólogxs o «especialistas» sentados en paneles variopintos, hasta candidatxs y tomadorxs de decisión, explicar decisiones/procesos sociales y económicos a partir de argumentos que suponen darwinistas, pero no vemos tanta gente fundamentando que la cooperación es un proceso igual o más importante, que asegura la supervivencia y la calidad de vida. Sí, ya sé lo que estás pensando, ni me lo digas, no sólo era una mujer en un ambiente “de hombres de la ciencia”, sino que además los margulianistas se oponen al sistema económico dominante. Está bien, ya entendí.
Entonces, no te pido que hagamos gala de los preceptos margulianistas en el próximo plan económico de la patria grande (sí, en mis mejores sueños eso es posible), pero ¿puedo pensar en libros de escuela, enciclopedias, doodles de Google y estampillas donde aparezca la cara de esta mujer, en honor al inconmensurable aporte que hizo a la evolución en particular y a la ciencia en general? Porque te invito a buscar en los libros de secundaria, en el capítulo de evolución y ahí sólo te vas a encontrar con el Conde Bufon, Cuvier, Lamarck y Darwin, como los “Padres de la evolución” ¿Que todos ellos hicieron aportes enormes a para poder llegar a tener hoy la TSE? Sí, claro ¡pero ella también! y sin embargo no está ¿Será que le faltaban méritos para estar y ser reconocida entre el salón de la fama de la evolución? ¿Por qué no la recordamos como la madre de la evolución? ¿Acaso no era lo suficientemente brillante para estar a la par de ellos? Mmm, piensa piensa piensa…Ah, no, ya sé ¡es porque Lynn no tendría competencia!
Daniela Garanzini
Dani Garanzini es marplatense por adopción. Estudió Biología y trabajó en ciencia de laboratorio durante más de 10 años. El teatro, la docencia y la comunicación empezaron a ganar terreno en su vida cuando promediaba el doctorado en Ciencias Biológicas. Ese mismo camino le enseño que la ciencia no sirve si no se comparte y, así, se sumergió en el mundo de comunicar la ciencia a tiempo completo. Tarea que hoy realiza en diferentes formatos y plataformas, con tantas ganas como errores, pero con la convicción de que la comunicación de la ciencia es un puente inevitable e imprescindible.