Qué tendrá el macá tobiano

 Crédito imagen: Adriana Sanz

Cuenta Kini que observar aves tiene mucho de curiosidad, de ese querer “saber más”. Que, en algún punto, la figura de quien observa se asemeja con quienes coleccionan: una vez que te das cuenta de que existen miles de especies de aves en el país, querés saber cuántas conoces. “Y buscas una, y luego otra, y otra…te empezás a cebar. Es casi como si fuera un álbum de figuritas, mucha gente quiere tener la foto propia de cada espécimen que identifica. Casi como una suerte de filatelista”, ilustra.

Kini es Ignacio Roesler. Más que doctor en Ciencias Biológicas -tal como indica su ficha en el portal del CONICET-, él se siente más identificado con el título de observador de aves, un amor que surgiría casi de casualidad cuando su madre le regaló, de pequeño, la Guía de Aves de Argentina y Uruguay. Fue el punto de inicio de un largo viaje que lo llevaría de su General Villegas natal, en la provincia de Buenos Aires, a los lugares más inhóspitos de Santa Cruz, para luego recalar en uno de los Premios más importantes dentro del ambientalismo, el Premio Whitley.

Pero sigamos con esa Guía y ese niño al que se le abrió todo un universo por descubrir.  Al poquito tiempo de recibir ese regalo, se asoció a Fundación Silvestre. A los 14, ya era socio de Aves Argentinas. Y empezó a “coleccionar”, él también, a las especies que podía identificar. “A mí se me dio más por la bioacústica, a los 18 me conseguí una suerte de grabadora y registraba los sonidos y los cantos de los pájaros. También aprendí a hacer acuarelas para dibujarlos”, recuerda.

Semejantes antecedentes desembocarían de forma casi lógica en la Biología como carrera de estudio. “Ya en la secundaria sabía que quería trabajar en este tema de forma académica- recuerda Kini-. Cuando me vinculé con lo que hoy es Aves Argentinas, entré en contacto con muchos biólogos y científicos de otros campos. Mi primer artículo lo empecé a escribir con gente mucho más grande en 1997, tres años antes de entrar a la Universidad. La carrera, después, me brindó herramientas para que pudiera entender qué era lo que quería hacer, dentro del campo”.

Durante esos años de estudiante en la UNLP, Kini dedicaba parte de sus tiempos libres a trabajar como guía de grupos extranjeros, coleccionistas ambiciosxs, que venían a juntar esas “figuritas” de pájaros locales. Pero había una especie en particular que se volvía cada vez más difícil de conseguir y que empezó a agitar las primeras alarmas de que la situación era delicada.

«El macá vive en un ambiente tan rústico y a él se lo ve tan pero tan frágil…y aún así, sobrevive y se adapta perfectamente. Su belleza es propia y está unida a su hábitat”.

Ignacio «Kini» Roesler
Biólogo e investigador del CONICET

“Pensá que estas empresas traen personas de todos lados: ingleses, norteamericanos, holandeses…del lugar que te imagines. Y había, por supuesto, grupos locales. Y, tanto esas empresas como varias sociedades de aves, coincidían en que cada vez era más difícil encontrar al macá tobiano, un ave muy buscada y apreciada por todo observador”, precisa Kini.

¿Qué tiene de particular el macá tobiano para que todo el mundo quiera verlo? Para Kini, esta especie -descubierta en 1974 y emblemática de la Patagonia Austral, que habita lagos y lagunas en la provincia de Santa Cruz- es carismática y enamora. Acaso por lo estético, acaso por esas danzas tan complejas y fascinantes que tiene, o acaso porque todo ejemplar es uno con su ambiente, y el entorno del macá tobiano no hace más que realzar su figura.

“El bicho en sí es lindo, muy lindo -sonríe Kini-, pero hay algo más que atrapa. Vive en esas mesetas en medio de la nada, donde llegas y sentís que sos el único ser humano que pudo arribar a ese lugar. Es un ambiente tan rústico y a él se lo ve tan pero tan frágil…y aún así, sobrevive y se adapta perfectamente. Su belleza es propia y está unida a su hábitat”.

Cuando se dice que se adaptan, habla del particular entorno natural. Pero el ser humano empezó a hacer de las suyas y, hoy, el macá tobiano está enfrentando un escenario sumamente delicado, con una población de 750 ejemplares cuando, hasta cerca del año 2000, se contaban más de cinco mil. Entre las causas que hacen peligrar su subsistencia, lxs especialistas señalan al cambio climático global, las especies invasoras y severas sequías, que reducen su hábitat reproductivo. Combo letal.

Campaña para salvar

Retomemos el hilo del relato. A poco de haberse recibido como biólogo, y con un doctorado en Estados Unidos en el horizonte, Kini participó de talleres organizados por Aves Argentinas para discutir y trabajar en cómo salvar al macá tobiano. “Allí surgió la chance de hacer una campaña muy grande al verano siguiente. Las conclusiones de aquel viaje fueron que el escenario era muy complicado en materia de conservación de esa especie y que hacía falta que alguien investigara el por qué de esa situación”, relata.


Kini, dejando de lado su potencial viaje al exterior, decidió quedarse, con dos condiciones: que recibiera acompañamiento con fondos -porque un estudio así requeriría mucho apoyo institucional- y que se consiguiera a alguien que lo dirija para entrar al CONICET. “Y ahí apareció Juan Carlos Reboreda, actual Decano de Exactas de la UBA, que planteó exactamente lo mismo: si no nos abandonaban con el apoyo, se sumaba. Así empezó la base del Proyecto Macá Tobiano”.

Para el biólogo, las palabras que mejor definen al proyecto son ecléctico y heterogéneo. Llevado a cabo por las ONGs Aves Argentinas y Ambiente Sur, el equipo de trabajo está integrado actualmente por 24 integrantes, contando biólogxs, educadorxs ambientales, veterinarixs, licenciadxs en Arte, entre otros profesionales que están o que pasaron. Además, claro, de más de 300 voluntarixs que colaboran con diversas tareas.

“Tanto Aves Argentinas como Ambiente Sur, que son sociedades hermanas, tienen ese perfil mixto sumamente interesante, con personas especializadas en educación, en gestión política, además de la parte puramente científica. Es una combinación de recursos que nos permite incluir a todos los sectores importantes en la conservación”, suma.

Crédito imagen: Adriana Sanz

Los años al frente del proyecto le permitieron a Kini resignificar gran parte de su objeto de estudio y poner en perspectiva una serie de factores. “Cuando leía El canto del dodo, una obra de David Quammen sobre esa ave extinta, me llamó la atención como la estructura mental humana culpa a los animales de su propia desaparición. Por ejemplo, ‘el dodo es tonto, entonces los cazamos hasta que se extinguieron. Es por su culpa’. Con los macaes tobianos pasa algo parecido, lo ves y parece tan frágil y algunos piensan que sería lógico si se extingue…y, sin embargo, el bicho lleva miles de años ahí, sin ningún problema para sobrevivir. Y lo paradójico es que un ser humano la pasaría terriblemente mal en ese contexto”.

La labor de todo el equipo, lentamente, comienza a dar sus frutos. La especie fue declarada como Monumento Natural Provincial, se lanzó el documental “El Ocaso del macá tobiano” y se logró la creación del Parque Nacional Patagonia.

Recientemente, el equipo de trabajo recibió el Premio Whitley de conservación natural, galardón que también se conoce como el “Óscar verde”. “La distinción generó una visibilidad muy grande del macá tobiano, esperemos poder tener acciones mucho más grandes que las que ya venimos realizando desde hace varios años”, se ilusiona.

El particular y hermoso baila del macá tobiano en el cortejo. Crédito video: Canal de Youtube BirdLife International

Y allí sigue Kini, investigando desde la Fundación Bariloche junto a todo el grupo de trabajo y en búsqueda de un objetivo que asomaba sombrío, pero que, muy de a poquito, empiezan a revertir: la especie parece haber estabilizado su población, a partir de todas las medidas puestas en práctica durante los últimos años. Pero claro, aún falta un largo camino por recorrer, siempre en equipo.

“Dentro del Proyecto Macá Tobiano hay heterogeneidad en el grupo, pero también en el trabajo. Hay días que te toca caminar más 20 kilómetros censando a los ejemplares, otros en que te quedas en colonias que están a cientos de kilómetros del pueblo más cercano. Ningún día se repite. Y mirá si será tan gigante el entorno de esta ave que, aún hoy, tengo lugares nuevos para conocer o que hace mucho no piso. Y ahí también- comparte Kini- se esconde lo atractivo de esta tarea”.

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Un comentario en «Qué tendrá el macá tobiano»

  1. Tuve el honor de participar de este proyecto, prácticamente desde sus inicios. Participé como Guardián de Colonia en varias temporadas, y aunque la familia generó un peso importante en las veces que no pude volver al sur, tuve la dicha de poder recorrer esos inhóspitos horizontes basálticos junto a mi hija Camila. Hoy la familia se amplió, y los compromisos hicieron que tomara la decisión de quedarme en Córdoba, acompañando las necesidades de mis hijas. Pero no descarto que en un futuro cercano surjan nuevas propuestas que me permitan volver al campo junto al eclético equipo.

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