Un abrazo escénico con las ciencias

Escenas de la obra El placer de ser hormiga. Fuente: Facebook Tacurú Teatro.

Por Roxana Aramburú (especial para Entre tanta ciencia)

El Día Mundial del Teatro se celebra el 27 de marzo y fue creado por el Instituto Internacional del Teatro en 1961. Se eligió ese día porque, desde 1954, se dio inicio a la temporada en el Teatro de las Naciones de París, evento con el que se pretendía lograr una comunión entre países al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Este 2022, lxs teatristas lo vamos a celebrar con mucho más entusiasmo que siempre: las suspensiones y/o postergaciones de esta actividad que requiere de los cuerpos en vivo, de esta comunión basada en la presencia, parece que empiezan a ceder tras dos años de COVID-19. Los estudios científicos durante la pandemia nos han acercado a la prevención y a las vacunas, lo que flexibiliza la asistencia a espectáculos teatrales. Ciencia… y escena. Justamente de este tema me invitaron a escribir en Entre tanta ciencia.

¿Por qué a mí?

Como bióloga y dramaturga crucé en varias oportunidades la ciencia con el teatro, pero… ¿por qué? ¿Qué me costaba seguir trabajando como docente-investigadora en la facultad y, en ratos libres, ser actriz, ser directora, ser dramaturga? En primer lugar, lo hice por una cuestión personal. La continua disputa en que entraban estas dos esferas me cansaba y me sentía, de algún modo, deshonesta.

Para mí, el teatro no es un pasatiempo, es una actividad tan importante como la ciencia: por momentos había tantas tensiones que pensaba: “tengo que encontrar una forma de que se junten, que se amiguen por un rato…”. Necesitaba blanquear esta dualidad de mi vida con la síntesis entre ambas facetas, lo que implicaba -en segundo lugar- disputar esa posición entre dos aguas frente a la comunidad científica. Tener un pie en la ciencia y otro en el teatro generaba, para mí, no pocos problemas y comentarios, directos e indirectos. Así que tomé aire y fui para adelante. No se puede tapar el sol con la mano… y no vale la pena.

¿Tienen algo en común?

La ciencia y el arte se retroalimentan. Aunque estamos acostumbradxs a verlos en compartimientos estancos, están dialogando todo el tiempo. Cuando surge la ciencia moderna, empieza a concebirse la naturaleza como “libro abierto”, hay una desacralización de los cuerpos que permite las disecciones y surge la perspectiva en las pinturas. Todo empieza a cambiar en la ciencia y en el arte. El saber de la ciencia era legitimado por el público. De hecho, las disecciones a las que también asistían los artistas, ávidos de esas imágenes, se hacían en anfiteatros. Más adelante, lxs científicxs salen de los lugares públicos y se meten en el laboratorio, se encierran en la famosa “torre de cristal”. Las ciencias y las artes se empiezan a distanciar.

Roxana haciendo stand up en el Centro Cultural de la Ciencia. Fuente imagen: gentileza investigadora.


En mi caso sucede que, cuando doy clases, soy actriz; y cuando escribo, investigo… siempre hay intercambio. Trabajo con la hipótesis que dar clases, exponer en un congreso, defender un trabajo es subir a escena, es una pequeña actuación. Muchas herramientas del teatro nos sirven en la exposición pública, y en ese sentido trabajo con lxs alumnxs. A la vez, mi formación en investigación científica me acompaña en la escritura dramática. Por empezar, hay una prospección meticulosa de materiales para generar un texto: mucha lectura, material audiovisual, fotos, videos, películas. Necesito atiborrarme de información, visualizar los conflictos, los personajes, el espacio y tiempo en que se desarrollan. Así llega un punto donde siento que ya me puedo poner a escribir físicamente, porque el proceso de escritura empezó mucho antes.

¿Cómo pienso las obras en diálogo con la ciencia?

Es usual que la práctica anteceda a la reflexión teórica, y, muchas veces, me pongo a pensar en lo que hago o cómo lo hago luego de haber acumulado una experiencia que no era consciente de poseer. Generalmente, el afuera me despierta con preguntas: me piden una entrevista, me invitan a un conversatorio, me hacen una nota, y recién en ese momento me detengo a pensar en la praxis. Así fue como descubrí que la primera vez que había cruzado estos dos mundillos, había sucedido mucho antes de lo que creía: fue escribiendo una de mis primeras obras, Alpargata del doce, que trata del encuentro de un entomólogo extranjero y de una mujer que habita la selva misionera. Hoy, con mayor conocimiento, veo que ahí ya estaba hablando de la intersección de saberes, el choque de culturas, la colonialidad, los dualismos ontológicos, la mirada eurocentrista.


Las motivaciones para la escritura de estos textos “híbridos” son variadas. Algunas obras las escribí con el objetivo puntual de ser representadas en un determinado ámbito. Es el caso, por ejemplo, de una obra sobre Charles Darwin, Una idea para largo rato/La revolución de la evolución, que me encargó el Área Educativa del Museo de La Plata. Ese texto teatral surge desde y para el Museo, a partir de su espacio físico. En otras obras, fue el puro deseo de contar una historia de la ciencia a través de lenguaje no científico, de ampliar su llegada a los públicos en otro formato. Los temas tratados pueden estar vinculados con las prácticas antropológicas y etnográficas de la ciencia decimonónica, el surgimiento del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), la restitución de restos humanos a sus comunidades, la Reforma Universitaria, el glifosato, como algunos ejemplos. Estos tópicos son abordados en obras como Últimamente vencidos (2010), Un míster en Patagonia (2010), Si vas a llorar que sea de noche (2014), Damiana, una niña aché (en coautoría con Patricia Suárez, 2015), El manifiesto (2018), Marichiweu (2019) y Los cordones bien atados (2020), entre otras.

¿Por qué popularizar las ciencias a través de la escena?

En los últimos tiempos, ha surgido un mayor interés por la escena para difundir esta particularísima cultura del conocimiento que es la ciencia, cuya relevancia e influencia en las sociedades es indiscutible. La opinión y el involucramiento de la ciudadanía es indispensable para la democratización del conocimiento: no sólo para aprender, sino, también, para conocer cómo funciona la actividad científica, cuáles son sus lógicas y por qué es necesaria esta apropiación social de la cultura científico-tecnológica.

Dentro de esta línea, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, a través del programa de Popularización de la Ciencia, organizó, en 2015, un taller de stand up científico (germen de PopER, primer grupo de stand up científico de Latinoamérica). De esta manera, aprovecha la relación que la escena guarda con la vida en sociedad y la llegada que tiene el humor, al hacer uso del lenguaje común, la sorpresa y la empatía como facilitador de aprendizajes. La interacción entre ciencia y escena permite abordar lúdicamente aspectos complejos de la ciencia o despertar interés en temas de importancia social, aportando a la democratización de una manera atractiva. La actividad promueve la ciudadanía, formando personas críticas y comprometidas, construyendo sociedades de conocimiento compartido.

PopER es el primer grupo de stand up científico de Latinoamérica.


Este modo de acercar la ciencia a los públicos experimenta vías innovadoras: al apartarse del ámbito académico, las propuestas requieren de la formación científica y artística en simultáneo o, al menos, de su compromiso interdisciplinario. Algunos estudios dicen que existe actualmente un “giro comunicativo”, un movimiento en el cual la interacción entre ciencia y públicos se torna un proceso complejo, poroso, de fronteras difusas y que se extiende hacia una gran variedad de canales, soportes, prácticas y agentes. Las prácticas comunicacionales no mediadas, como el espectáculo teatral, se caracterizan por un contacto directo que promueve un mayor intercambio. Lxs participantes expresan inquietudes, plantean incertidumbres y cuestionamientos, ponen en común experiencias y saberes o, simplemente, el espectáculo siembra curiosidad e interés por temas ignorados o poco conocidos, invitando a la búsqueda de mayor información.

¿Y por casa?

El diálogo entre la ciencia y el teatro es antiguo. Desde el Doctor Fausto, de finales del siglo XVI, hasta la Copenhague contemporánea, las obras de teatro sobre personajes, temas y eventos del universo científico subieron a escena en diversos teatros del mundo. En obras de Shakespeare se pueden intuir nociones sobre los avances científicos más importantes de la época, especialmente en astronomía y medicina. Aunque las obras o los personajes no hablen directamente de esos temas, sucede que la dramaturgia se hace permeable a la ciencia…

Escenas de Christiane. Un bio-musical científico. Fuente imagen: Prensa MINCyT.


En Argentina, son muchos los grupos y personas que se ocupan y ocuparon de poner contenido científico en escena. Hay una gran variedad: obras clásicas, títeres, performances, musicales, clown, circo, espectáculos de lucha libre, danza teatro, stand up, etc. Quisiera mencionar algunos espectáculos actuales de varios autorxs/directorxs/elencos, aunque seguramente seré injusta con muchxs otrxs: ¡Fuerza atómica!, Leonardo, trabajo práctico N°1, Christiane. Un bio-musical científico, De barro y fuego, una historia hace 3000 años, El placer de ser hormigas, Enlazados, Newton en sueños de Alicia, Los sonámbulos, una historia de la ciencia en dos patadas, Locos por la luz, Huellas, historias bajo las estrellas, Hipatia soy yo, Escenas de la vida acuática, Científicamente payasos, Ubi Sunt. En todos ellos, con mucha pasión y generalmente a puro pulmón, lxs creadorxs acercan ciencias y públicos.

Para finalizar, y volviendo al Día Mundial del Teatro, las diez obras más vistas de la historia son Romeo y Julieta, La Celestina, La Divina Comedia, Don Juan Tenorio, Hamlet, Fuente Ovejuna, Sueño de una Noche de Verano, La Vida es Sueño y La Casa de Bernarda Alba. ¿Hay ciencia en estas obras? Habrá que ver mucho teatro para comprobarlo…  Cualquiera sea la razón, ¡sean bienvenidxs a la particular ceremonia del teatro, el 27 de marzo y todos los días del año!

Roxana Aramburú
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Roxana Aramburú es dramaturga y actriz nacida en La Plata, Argentina. Es licenciada en Biología y Doctora en Ciencias Naturales (UNLP), Diplomada en Comunicación Pública de las Ciencias (UNICPBA). En el ámbito científico, trabaja en ecología de aves y es docente-investigadora de la FCNyM. Está interesada en el cruce entre ciencia y escena, campo que desarrolla hace tiempo desde la praxis dramatúrgica y de stand up científico (fundadora de PopER), y más recientemente, como objeto de estudio en el Grupo de Estudio en Ciencia y Escena (GECE). Su escritura teatral revela interés por la historia y la ciencia, con una mirada humorística y de género. Recibió distinciones y premios en instituciones nacionales y extranjeras en dramaturgia, narrativa y poesía.

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