“Hagamos Femiciencia”

Créditos ilustración: Verónica Pereyra (equipo Femiciencia)

Por Femiciencia (especial para Entre tanta ciencia)

En el año 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó el 11 de febrero como el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia”, con los objetivos de romper la brecha de género y promover la participación de las feminidades en los ámbitos científico y tecnológico.

Podemos limitarnos a repetir datos cuantitativos que representen la escasa participación de las mujeres y niñas en las ciencias a nivel mundial, como también información que recupere la necesidad de incluirnos como constructoras de conocimiento. No será el caso de esta nota.

Cuando pensamos en nuestras niñas internas, quienes hacemos investigación científica notamos la ausencia de referentas en nuestras áreas. Experimentamos la ilusión de estudiar los descubrimientos que biólogos y médicos decían realizar en soledad, también libros y obras de filósofos e historiadores escritos de forma aislada, pero nunca oímos sobre las obras de mujeres.

Dicen que cuando escribió el Segundo Sexo (1949), la filósofa Simone De Beauvoir enfatizó en la necesidad de escribir un libro que teorizara la experiencia del ser mujer. Una necesidad que no nacería de un varón por ser “sujeto absoluto”, sino de esa otredad femenina, definida a sí misma en oposición a ese sujeto universal constructor de conocimiento.

Una audaz Virginia Woolf también imaginó a la hermana de William Shakespeare en su obra póstuma Un cuarto propio (1929). Entonces, dio vida a una joven escritora talentosa, que, a diferencia de su hermano, tuvo que abandonar su sueño y abocarse al hogar por estar exenta de la idoneidad de ser un varón.

Los feminismos denunciaron –y denuncian- el carácter androcéntrico de la ciencia, esa mirada masculina como herramienta hegemónica y selecta para el estudio de la realidad. Aptitudes generizadas, como la racionalidad y la objetividad, fueron dispuestas contra los vicios de la emotividad y la subjetividad, adjudicados a la feminidad.

Difícilmente podamos proyectar experiencias que no vislumbramos posibles. La falta de representatividad en los planes de estudio no sólo habla de un conocimiento segmentado, sino de un mundo de la posibilidad generizado, que limita sus proyecciones de éxito a la masculinidad.

Simone De Beauvoir, filósofa y escritora francesa.

Hacer Femiciencia significa reivindicar la figura de científicas que habían sido olvidadas por la historia del conocimiento. Entendemos que, cuando fuimos educadas en la niñez y adolescencia, actuaban mecanismos de exclusión discursivos que priorizaban el saber masculino por sobre el femenino, la objetividad como máxima universal y las investigaciones sociales como prácticas marginales desprovistas de toda utilidad.

Durante años, naturalizamos que el lenguaje falocéntrico se cuele en los campos de estudio y se erija como la forma idónea para diferenciar entre ciencias “duras” y “blandas”.

Normalizamos limitar la comunicación científica a los resultados y ahorrarnos los procesos de trabajo en equipo. También nos permitimos que esta fecha se limite a brindar datos cuantitativos y binarios sobre nuestra escasa participación en las ciencias, a costa de olvidar la doble jornada laboral que desencadena en la renombrada “brecha de género”.

Tiempo atrás, la genetista Nettie Stevens descubrió las bases cromosómicas que determinan el sexo biológico de las personas. Para su desgracia, fue su colega Edmund Beecher Wilson quien en 1905 publicó las investigaciones, mientras que Nettie pasó a la historia… como su ayudante.

Marie-Anne Pierrette Paulze Lavoisier, mejor conocida como la “madre de la química moderna”, trabajó arduamente en un terreno científico que, hasta entonces, había permanecido bajo el manto de la alquimia. El descubrimiento del oxígeno fue gracias a sus innumerables trabajos de investigación y traducción, pero en la historia del conocimiento, Marie-Anne se perpetuó, apenas, como la colaboradora de su esposo, el químico Antoine Lavoisier.

La cirujana suiza Marie Colinet inventó técnicas innovadoras para asistir pacientes de gravedad, el electroimán para prácticas oftalmológicas y fue pionera en utilizar el calor para la dilatación y estimulación del útero durante el parto. Los historiadores médicos atribuyeron los descubrimientos de Marie a su esposo, Wilhelm Fabry, también conocido como el “padre de la cirugía alemana”.

Conocemos los inventos de Tesla, las teorías de Einstein y Darwin y estudiamos obras de Marx como El Capital, sin conocer el rol fundamental que su esposa e hijas, Jenny, Laura y Eleanor, tuvieron en la producción de la obra y manutención del padre del comunismo.

Marie-Anne Pierrette Paulze Lavoisier

Estudiamos a Freud y Lacan, pero difícilmente oímos hablar de Luce Irigaray. En la historia de la filosofía, nos enseñan a Nietzsche como el primer crítico del racionalismo y a Lou Salomé como la musa inspiradora, que quebró y deshizo los ánimos del filósofo.

Las feminidades en las ciencias siempre estuvimos, pero no quisieron vernos. Nuestro papel en la historia del conocimiento no está en el currículum, sino como parte de lo anecdótico. Somos como la frutilla del postre, o la golosina que se entrega al final o en medio de una clase que corre el riesgo de ser aburrida.

Si bien nuestro país cuenta con un 52 por ciento de mujeres científicas, queremos destacar que la información disponible no registra un filtro por cargos, y tampoco incluye a las disidencias sexo-genéricas que están representadas por fuera de la binorma. Entonces, ¿cómo podemos obtener datos reales? Incluso podemos ir más allá… ¿Cómo son las condiciones de trabajo de estas identidades dentro del sistema científico-tecnológico?

Desde el año 1901 al 2021, tan sólo 58 mujeres ganaron el Premio Nobel en áreas como Física, Química, Literatura y Medicina. En Argentina, los cargos jerárquicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) ocupados por mujeres no llegan al 25 por ciento. En las Universidades Nacionales las rectoras tampoco superan el 12 por ciento.

Un año atrás, creamos Femiciencia motivadas por la necesidad de revolver el proceso de construcción de una ciencia machista, y quizás -siendo un poco idealistas- contribuir a una red de (re) construcción de una ciencia feminista, cuyo análisis no se limite a números y datos, sino que inserte la inquietud sobre las vivencias femeninas y disidentes de quienes hacemos ciencia.

Comparado con otros períodos históricos, el escenario actual es más inclusivo y representativo con las feminidades en las ciencias. Al mismo tiempo, se observa mayor trabajo en la visibilización del conocimiento que es construido por mujeres, y la relevancia -y necesidad- de alimentar las vocaciones científicas en niñas. Desde nuestro equipo, consideramos que esto no termina acá. Por el contrario, el desarme de viejas formas de mostrar la historia de la ciencia, e incluso la tecnología, es un proceso mucho más complejo y necesario de lo que pensamos.

Ahora sí, debemos ser sinceras. Tras surfear en la web para averiguar su origen histórico, las Femiciencia desconocemos por qué la ONU eligió el 11 de febrero para designar este día. Lo que sí sabemos es que al decir de De Beauvoir, la experiencia del ser mujer o feminidad en el sistema científico requiere mención aparte.

El equipo transdisciplinar de Femiciencia está integrado por: Ana Denaro y Florencia Nuñez (biólogas), Nabila Gómez Mansur (bióloga molecular), Verónica Pereyra (comunicadora y artista plástica), Yamila Riego (editora) y Dayana Alfaro y Antonella Biondi (periodistas).

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Femiciencia es un proyecto de comunicación pública de las ciencias con mirada feminista, que nació en enero de 2021 por iniciativa de mujeres decididas a aportar a la (de)construcción y (re)construcción de una ciencia con perspectiva de género .
Nuestras producciones, que se condensan en un newsletter de salida mensual, enfatizan en la historización de las feminidades invisibilizadas en distintos campos científicos. Con una mirada geopolíticamente situada desde las provincias que integran las regiones argentinas de cuyo y el litoral, Femiciencia propone una perspectiva federal, que reivindique el quehacer científico desde los márgenes del interior.

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