Reinventarse en la adversidad

La pandemia rompió esquemas, obligó a recalcular el GPS, puso al mundo patas arriba y cambió, de la noche a la mañana, las prioridades. Y la ciencia, casi siempre bailando al ritmo de publicar o perecer, con gente estudiando en temas cada vez más especializados, dejó de lado sus propias estructuras para enfocarse en un contexto tan urgente y de profundas incertidumbres.

Algo de todo esto se pudo ver a lo largo de estos trece meses que llevamos con el coronavirus en nuestras vidas – parecen muchos más, ¿no? -. Casi de la noche a la mañana, abandonando proyectos, trabajos y rutinas -a veces programadas con meses de anticipación-, una buena cantidad de lxs científicxs argentinxs empezó a pensar qué podía ofrecer en la lucha contra el coronavirus.

Vanesa Zylberman, Vera Álvarez y Soledad Gori cuentan sus experiencias y aprendizajes en distintos escenarios: el tratamiento para pacientes, la prevención de contagios y la comunicación de información científica sobre el virus.

El éxito de los fracasos

Contar la historia de Vanesa Zylberman, doctora en Biología, implica, de una u otra forma, relatar también el desarrollo de la empresa Inmunova. Mejor aún: es difícil narrar el desarrollo de esta compañía de biotecnología sin mencionar a Vanesa, quien hace 12 años arrancó con una beca otorgada por el CONICET para trabajar en esa compañía y hoy es su directora técnica.

Desde hace algunos años, Inmunova venía dando muy buenos resultados en el campo del Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) y otras enfermedades, pero su nombre se volvió viral en 2020, a partir del desarrollo –en tiempo prácticamente récord- del famoso suero equino hiperinmune para tratar a pacientes con coronavirus en estado grave. Diciembre traería las buenas nuevas: ANMAT daba el permiso para distribuirlo y tratar a pacientes con coronavirus en casos de moderados a severos.

Esa foto –o partecita de la película, que aún no tiene final- no hubiera sido posible sin el largo camino que lxs integrantes de la compañía, Vanesa incluida, recorrieron durante estos años.  La explosión de la pandemia los encontró en la mitad de un ensayo clínico y una dinámica de trabajo que, casi literalmente, de la noche a la mañana tuvo que adaptarse a las nuevas exigencias.

“El deseo de aportar algo contra la pandemia surgió de manera consensuada, un poco por el tipo de trabajo que tenemos y otro poco por la modalidad de empresa que somos», destaca Vanesa. Fuente imagen: gentileza investigadora.

Al menos hasta marzo del 2020, parte del equipo de Inmunova tenía sus días, tardes y hasta noches dedicadas al SUH. «A partir de nuestra plataforma tecnológica, inmunizábamos a los caballos, que producían una cantidad de anticuerpos muy alta, encargados de bloquear la toxina causante del SUH. Luego, los purificábamos para que pudieran aplicarse en las personas que estaban cursando la infección”, explica Vanesa, quien también es investigadora del CONICET.

La llegada imprevista de la pandemia obligó a repensar planes y a meditar sobre qué podía aportar Inmunova en la lucha contra el coronavirus. “Se nos ocurrió pensar que, si encontrábamos un buen inmunógeno -es decir, un elemento para generar inmunidad- para darle a los caballos, se podían lograr grandes cantidades de anticuerpos, pero en este caso para la proteína del virus. Tal como hacíamos con el SUH- detalla Vane-. Eso fue lo que hicimos y nos funcionó muy bien. Primero en una escala muy pequeña y después en mayor cantidad, pasando por todas las fases que estipulan los protocolos, para la seguridad y la eficacia”.

Las particularidades del modo de funcionamiento de Inmunova permitieron que, ante este escenario crítico, se tomara una decisión de forma colectiva y colaborativa. “El deseo de aportar algo contra la pandemia surgió de manera consensuada, un poco por el tipo de trabajo que tenemos y otro poco por la modalidad de empresa que somos. De alguna forma, somos modernos en el sentido de que nos estructuramos, cada grupo y cada integrante, al proyecto que necesitamos, en este caso el coronavirus”, rescata Vanesa.

Todas las nuevas tareas dedicadas al COVID-19 se asentaron sobre la experiencia y las dinámicas ya aceitadas de Inmunova. Allí, tal vez, se encuentren las razones de que hayan alcanzado tan rápido lo que buscaban, que de ninguna manera es lo más frecuente dentro de la ciencia. Éxito, sin embargo, que no marea a sus integrantes.

“Desde cierto punto de vista, la ciencia puede ser una carrera muy frustrante. Casi pareciera que contamos solamente los resultados que nos fueron bien y hacemos una historia con eso, con los caminos que fueron positivos -analiza Vanesa-. Pero eso no es la realidad, sería dudoso si así fuese. En todo caso, una va aceitando y perfeccionando su criterio científico, donde cada error es constructivo. Es más, no existe la manera en que un error no lo sea y eso ayuda en todo el proceso. Al suero equino para el COVID-19, si bien lo empezamos a trabajar en marzo, fue un poco el resultado de muchos años trabajando en este tipo de herramientas y dinámicas”.

Una vez desafiadas las hipótesis desde la teoría y puestas las manos y las mentes a demostrarlas, hay también “un mar de errores que se pueden cometer”, como señala Vanesa. “Se incorporan técnicas, validaciones, desarrollos, controles de calidad, cada movimiento genera otros en otros sectores. Es un laburo enormemente complejo y enriquecedor, con la participación de gente experta de disciplinas muy distintas, que a su vez traen toda su experiencia”.

En diciembre, ANMAT dio el permiso para distribuir el suero equino y tratar a pacientes con coronavirus en casos de moderados a severos. Fuente imagen: Prensa INMUNOVA.

Aunque para Vanesa no hay momento más lindo que los comienzos de cada proyecto, la alegría del equipo por ver a tanta gente curada -algunxs, incluso, muy cercanxs- a partir del suero supera todo tipo de expectativas. “El principio es como una hoja en blanco, es más creativo, casi que tenés que pensar el problema y la solución a la vez -comparte-. Pero, a su vez, no es para nada común para una persona que se dedica a la ciencia que las cosas en las que estuviste trabajando hace tan poco tiempo ya se estén aplicando en pacientes y que, además, los salven. Es una sensación incomparable”.

Un material, infinitas posibilidades

En algún universo paralelo -si se nos permite la licencia poética-, una Vera Alvarez se destaca en las tablas, a fuerza de carisma y encanto para el escenario. Pero resulta que, al menos en este plano, la Vera Alvarez que estaba entre el teatro y la investigación se inclinó por la ciencia, construyendo una enorme carrera que la tiene como una de las actrices claves -vaya guiño- en la lucha contra el COVID-19.

Vera es doctora en ciencia de los materiales e investigadora del CONICET. Si ser científica implica resolver problemas, se podría decir que ella lo era ya desde pequeña. “Cuando era chiquita, si se rompía algo o no funcionaba, yo trataba de encontrarle alguna explicación -recuerda-. Ya en el secundario me encantaban la matemática, la física y la química. Y cuando fui a una charla de Ingeniería en Materiales en la Universidad Nacional de Mar del Plata, la primera de todo el país en tener esa carrera, me encantó y dije ‘esto es definitivamente lo mío’”.

“Lxs científicxs tenemos que salir un poco más de la burbuja, empezar a pensar qué le aporta a la sociedad lo que una hace», analiza Vera. Fuente imagen: gentileza investigadora.

Vera dirige un grupo de trabajo en el INTEMA, donde además es vicedirectora. “Trabajamos con materiales compuestos termoplásticos. Se trata de polímeros que tienen alguna partícula que le da determinadas propiedades para la aplicación que se busca. Y es tan amplio que nos permitía trabajar con sectores como la agroindustria, la remediación ambiental, los envases y embalajes, la biomedicina…la meta siempre es trabajar con plásticos biodegradables, que no impliquen ningún tipo de toxicidad para la salud humana ni el medio ambiente”, resume.

Al igual que otros cientos de científicxs, Vera y su grupo cambiaron sus rutinas de trabajo ante la pandemia y empezaron a pensar cómo podrían contribuir para frenar el avance del coronavirus. Y la respuesta fue la prevención, generando un nuevo desarrollo a partir de materiales con los que ya venían trabajando desde hacía más de diez años.

“Desarrollamos un spray a partir del quitosano, que se extrae de los exoesqueletos de los crustáceos. La industria pesquera lo tiene en enormes cantidades y es todo un problema, porque es un deshecho que contamina a las costas del país. Nosotros pudimos darle otra utilidad, en lugares como el agro o aplicaciones biomédicas”, enumera Vera, quien venía investigando sobre este compuesto con Verónica Lasalle, de la Universidad Nacional del Sur.

La clave del quitosano -y del posterior spray que desarrollaron- es que es antimicrobiano, antifúngico…y antiviral. “Mirá el enorme abanico de posibilidades que te da el mismo material. Conociendo sus capacidades, decidimos reorientar toda la investigación. Además, el spray, que se aplica con un rociador o gatillo, hace una película protectora muy delgada, que se puede aplicar en cualquier tipo de objetos- picaportes, bancos, asientos, pasamanos- y dura un mínimo de 24 horas sobre la superficie”, comenta Vera.

Vera es investigadora del CONICET y vicedirectora del INTEMA. Fuente imagen: gentileza investigadora.

Respecto a esta decisión del cambio de rumbo en las investigaciones, Vera dice que depende mucho de cada lugar e institución, y que, en su caso, ayudó mucho que ella fuera tanto la directora de grupo como la vicedirectora del instituto. Pero rescata que, sin el trabajo en equipo, no se llega muy lejos.

“Hace falta una coordinación total y el apoyo de muchas personas. Habiendo estudiado el material en cuestión, no habíamos hecho, hasta esta pandemia, ensayos antivirales, porque no lo necesitábamos para las aplicaciones que estábamos trabajando -relata -. Eso nos llevó a convocar a otros investigadores, en su mayoría mujeres, y el aspecto multidisciplinar y multigénero se hizo muy presente”.

Vera valora cómo se movió todo el aparato científico-tecnológico, dando respuestas y cambiando rutas de trabajo de formas aceleradas. “Cuando tomas nota de que en dos o tres semanas se presentaron 910 proyectos para la convocatoria de la Agencia I+D+i, de los que se financiaron 64…es algo increíble, no me parece nada menor esa capacidad de respuesta y también la posibilidad de convocatoria”, resalta.

Hay, para la investigadora, una resignificación del rol de la ciencia que venía dándose hace varios años pero que parece haberse acentuado con la llegada de la pandemia. “Lxs científicxs tenemos que salir un poco más de la burbuja, empezar a pensar qué le aporta a la sociedad lo que una hace. Nuestro grupo tiene ese objetivo desde el primer día que nos dedicamos a hacer investigación, porque tenemos absolutamente claro que nuestros sueldos lo pagan los impuestos de la gente y que tenemos la obligación de colaborar para intentar mejorar la calidad de vida de la sociedad”, analiza.

“Hay pocos trabajos que te dan la posibilidad de estar siempre creando, dialogando con personas de distintas edades, de distintos conocimientos, de distintas ideas sobre cómo abordar un problema», valora Vera. Fuente imagen: gentileza investigadora.

La lucha contra el coronavirus parece haber reivindicado, reflexiona, el rol y las funciones de quienes hacen ciencia. “Estuvimos un poco…demonizados, por así decirlo, en el período 2015-2019, donde se ocuparon de desprestigiarnos sin ningún sentido demasiado concreto, y de ponernos en un lugar de mucha crítica. La pandemia nos permitió mostrar que lo que hacemos lxs investigadores puede cambiarle la vida de las personas”, rescata.

En esa búsqueda de soluciones donde Vera encuentra sus mayores satisfacciones, además de las riquezas que deja trabajar en equipo. “Hay pocos trabajos que te dan la posibilidad de estar siempre creando, dialogando con personas de distintas edades, de distintos conocimientos, de distintas ideas sobre cómo abordar un problema. Y eso te mantiene muy activa -afirma, orgullosa-. Es un privilegio poder trabajar así. Para mí es más que un trabajo, porque lo hago con mucha pasión”.

Peleando contra las fake news

Hay ciertos procesos que requieren, necesariamente, de una sincronización perfecta: si no está cada elemento en el lugar y momento adecuado, las cosas no se materializan. Algo así, a grandes rasgos, pasa con el período de implantación, en el campo de la reproducción. Cuando las células del futuro embrión se van a alojar en la pared interna del útero, deben ocurrir un montón de condiciones -fisiológicas, hormonales- para que ese proceso se lleve a cabo con éxito.

Aspecto curioso: todas estas cuestiones forman parte de las líneas de estudio de Soledad Gori (doctora de la UBA y coordinadora del equipo Ciencia Anti Fake News), cuya vida cambió radicalmente a partir de la pandemia y la trasladó a un campo bastante lejano al que se dedica diariamente en el laboratorio. ¿Y dónde está lo curioso? En que estos devenires de la vida de Sole, que la llevaron a transformarse en comunicadora, también necesitaron de una sincronización casi perfecta.

«Con Ciencia Anti Fake, era importante el aspecto de que éramos científicos comunicando ciencia y como herramienta de soberanía científica, también, para no depender de otros: gente de acá y brindando un servicio para la sociedad de acá”, apunta Sole. Fuente imagen: gentileza investigadora.

“En todo lo que fue el 2019, mi único objetivo era publicar y publicar para poder entrar a la carrera de investigadora, algo que no pude en un primer intento por el recorte presupuestario, y que finalmente lo conseguí. De no haberlo logrado, hubiera sido un gran problema porque no hubiera podido ir al laboratorio en todo el 2020, por la pandemia -imagina Soledad-. Tener la cabeza libre, esa tranquilidad mental que te da tener un trabajo estable, siempre es importante. En el verano había ido a Brasil a hacer una pasantía de trabajo. Al volver, casi inmediatamente se cerró el país. Todo se dio de manera justa, no hubiera podido hacer todo lo que hice si no se daban las cosas de esa forma. Y fue clave para todo lo que vino después”. 

Ese “todo lo que vino después” implicó un trabajo descomunal de parte del equipo de Ciencia Anti Fake News, con Soledad a cargo, donde se propusieron desmentir y desarmar todo tipo de desinformación, mitos y falacias que circulaban (y circulan) en torno al coronavirus: sus formas de contagio, las maneras de prevenirlo y, actualmente, la eficacia y funcionamiento de las vacunas.

Cuenta Sole, quien es investigadora del IQUIBICEN, que hubo un día en particular que “se prendió la lamparita” -como quien dice- y se convirtió en el germen de todo lo que vendría. “Venía hablando con Belén Almejún, una colega y amiga, respecto a voluntariados para diagnóstico y demás. Pero una vez leí todos los proyectos que se estaban presentando y me di cuenta que ninguno de ellos tenía como objeto las informaciones falsas sobre el coronavirus, que en ese momento explotaba especialmente por whatsapp, redes sociales y cadenas de mensajes”, recuerda.

A las conversaciones con Belén y empezar a pensar cómo hacer algún tipo de comunicación de forma oficial, le siguió el contacto con el CONICET para sumarse a algún equipo que se estuviera encargando de esa problemática. “Nadie estaba trabajando ni tomando el tema, pero les gustó y les interesó mucho. Y a partir de ahí fue empezar a cranearlo en mi cabeza, primero con los que conocía de inmunología y que sabía que tenían experiencia y herramientas para poder leer y entender sobre el tema. Luego se fueron agregando colegas de otras disciplinas que ya traían esa expertiz de poder leer papers e interpretarlos”, agrega.

El resultado fue inesperado: incluso antes de lanzarse, ya había crecido enormemente y superado las expectativas de sus integrantes. Especialmente cuando surgió la posibilidad de crear la plataforma ConfiAR, web creada por Agencia de Noticias Télam con el objetivo de combatir la Infodemia.

“Nos alegró un montón porque desde el primer momento el grupo lo pensó como algo federal, que tuviera alcance y que nos hiciera visibles. Era importante el aspecto de que éramos científicos comunicando ciencia y como herramienta de soberanía científica, también, para no depender de otros: éramos gente de acá y brindando un servicio para la sociedad de acá”, apunta Sole.

Además del efecto que produjeron todas las entrevistas periodísticas, hay un fuerte impacto en las redes sociales. “Tenemos mucho feedback con la gente, con sus preguntas, sus dudas, sus agradecimientos por toda la información que se transmite, que está súper chequeada, hasta el último detalle”.

Cuenta Soledad que este camino de la comunicación implica ciertas inquietudes y temores, por ser temas tan sensibles y, por ende, la necesidad de estar pendientes de si se entendió o no lo que se está transmitiendo. 

“Es difícil que se nos escape algo porque revisamos absolutamente todo. Hay una gran diferencia entre comunicar a pares y comunicar a la sociedad en general, a un público no especializado. Fue una enorme experiencia de muchísimo aprendizaje, a partir de nuestros asesorxs, también- desmenuza Sole-. Hemos debatido estos temas en el grupo, por ejemplo, sobre tener mínimas licencias: si vas a lograr que la persona se lleve la idea clara y concisa, aunque no sea ciento por ciento correcta a nivel técnico, no importa, el objetivo está cumplido”.

Toda la maquinaria de Ciencia Anti Fake sigue puesta a pleno para desmentir informaciones falsas (cuya dinámica, lamentablemente, tampoco parece frenar). Pero Sole ya mira un poquito más adelante. “Llegado el momento, cuando la pandemia pase y volvamos a cierta instancia de normalidad, veremos cómo seguimos, habrá que reorganizarse y tal vez apuntar a otros objetivos. Nos encantaría, por ejemplo, la idea de pensar actividades para poner el cuerpo, con talleres en barrios vulnerables. Queremos continuar con el proyecto y que se transforme y llegue a nuevos lugares”.

Más allá de esas cuestiones, Soledad considera que la pandemia permitió valorar la importancia de tener un sistema científico y de canales de comunicación para esa actividad. “Nos hizo tomar en cuenta, tal vez, qué poco que estábamos comunicando antes quienes nos dedicamos a la investigación. Influye que, a veces, en la comunidad científica está mal visto el comunicar. Hay un poco de: ‘El que comunica se distrae de su trabajo académico’”, reflexiona.

Pero, para Sole, se vuelve indispensable a lxs investigadorxs saliendo de su espacio de trabajo para comunicar lo que hacen. “Con todo lo que está pasando, no queda dudas de que es muy necesario y que debemos tomarlo como una política de Estado, a largo plazo. Que la comunicación de la ciencia sea algo más natural y no sólo algo eventual, que se da sólo en este contexto de coronavirus”, proyecta.

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