
¿En qué punto exacto el mar se vuelve un misterio? ¿Hacia dentro? ¿En lo profundo?
¿Por qué compartimos todxs, quienes estamos aquí, la sensación que el océano nos oculta algo?
No nos muestra todos sus tesoros y es entonces cuando Julio Verne en la ficción y Jacques Cousteau en la realidad se sumergieron a buscarlos. Pero no son los únicos. Lo descubrimos en la expedición del Schmidth Ocean en la que investigadorxs del CONICET nos mostraban por streaming adorables criaturitas subacuáticas; pero tampoco son los únicxs… Como el mar, la ciencia pública argentina también tiene sus tesoros.
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Clara Giachetti es becaria posdoctoral en CONICET y estudia desde hace 10 años a las ascidias, comúnmente llamadas papas de mar y difíciles de definir para cualquiera que las observe por primera vez. Las hay de múltiples formas y tamaños: algunas parecen pequeñas bolsas; otras, papas, propiamente, por sus colores amarronados y sus rugosidades. Son brillantes unas y opacas otras. Más grandes o más chicas. Solitarias y coloniales. Están en todos los mares. Hay abundancia y diversidad y, sin embargo, no son conocidas, hasta que las ves. Ahí se vuelven memorables.
– ¿Por qué memorables, si son re raras?
– Son raras
– ¿Son animales?
– Sí. Estas papas lo son
– ¿Y son invertebrados?
-Sí, aunque sus larvas comparten con los vertebrados alguna que otra característica.
-¿Por qué estamos teniendo un diálogo imaginario?
– También es un misterio.
“Lo que más me fascina de estos animales es que, siendo tan distintos a los humanos, tengamos antecesores y pasos evolutivos en común”, cuenta Clara. Por ejemplo, las ascidias tienen notocorda: un cordón de tejido que, en el desarrollo de los vertebrados, funciona como si fuese un molde sobre el que después se termina de formar la columna vertebral. Luego la pierde cuando la larva de las ascidias se metamorfosea a adulto.

Son, las ascidias, animales filtradores. Tienen dos sifones. “A uno le decimos el sifón oral, que funciona como una boca por donde absorben el agua que entra a la faringe, que se puede imaginar como una bolsa hecha de tela mosquitera. El agua pasa a través de los agujeritos y atrapan ahí a todas las partículas que pueden comer y se encuentran en suspensión en el agua de mar. Esa agua ya filtrada se expulsa por el otro sifón al que le decimos cloacal o anal, porque allí desemboca el ano y expulsan los desechos”, explica Giachetti, que transita su trabajo en el IBIOMAR-CONICET, instituto del CCT CONICET-CENPAT.
Papas invasoras
El grupo de trabajo del que Clara forma parte estudia especies invasoras marinas. Es decir, distintos organismos que, por múltiples circunstancias, han venido o han sido transportados desde otros lugares.
Las ascidias que estudia Clara en la chubutense Puerto Madryn son exóticas: Ascidiella aspersa llegó desde Europa y Ciona robusta desde Japón, y fueron registradas por primera vez en Argentina en la década del ‘60 y ‘70. Ambas especies se establecieron rápidamente. Todas las ascidias son sésiles, es decir, están sujetas a un sustrato. Puede ser a los pilotes del muelle, rocas, restos de embarcaciones, a otros animales como mejillones, Etc. Clara, por su parte, llegó desde el partido bonaerense de La Matanza en el 2015, sin saber exactamente con qué se iba a encontrar, pero también se estableció rápidamente.
“Me invitaron a trabajar con ascidias para hacer mi doctorado. En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA había algunas guardadas en formol. No sabía mucho sobre ellas y nunca había visto una con vida. Pero cuando llegué a Madryn tuve que juntarlas para mis estudios. Las llevaba al acuario, las observaba y empezaron a parecerme bellas, raras, interesantes. Además para observarlas en su entorno, con vida, con colores, tenés que sumergirte. Hay un plus de curiosidad por querer ver qué está pasando ahí, donde uno no llega normalmente”, comenta, como si estuviese describiendo el surgimiento de un amor que la tomó por sorpresa.
Siempre llama la atención el vínculo estrecho que se conforma entre alguien que investiga y su objeto de estudio. Hay una pasión que es difícil de comprender y que a lo mejor, en parte, explique el éxito que tuvo la transmisión por streaming en el Cañón Submarino Mar del Plata en la que participaban investigadorxs del CONICET y mostraban bichos rarísimos que habitan las profundidades del mar Argentino. Miles y miles de personas –el acumulado llegó a 16 millones– se conectaban en cada vivo para ver y escuchar lo que lxs científicxs tenían para decir y mostrar.

“Estábamos todos, mirando el streaming pero no sabíamos qué iba a pasar, qué íbamos a encontrar, qué iba a estar haciendo tal o cual animal. Y esa sorpresa está en mi trabajo, es todos los días. Eso me apasiona y es lo que trato de transmitir cuando hablo de ciencia”, cuenta Clara.
Papas científicas, papas orgullosas
Las ascidias le permiten a nuestra investigadora responder preguntas en relación al manejo de las especies invasoras en Argentina , prevenir algunas de sus consecuencias y aprender a monitorearlas de la mejor manera.
“Las ascidias pueden provocar impacto sobre los cultivos de bivalvos porque colonizan las sogas, redes y jaulas que se utilizan para ese desarrollo. Todo esto tiene consecuencias económicas y afecta a algunas de estas actividades comerciales que se llevan a cabo en nuestro país. Entonces, pensar por qué las ascidias colonizan algún lugar y otro no, quién se las come y quién no, contribuye a pensar mejores planes de manejo”, plantea.
Hay algo más. Clara está esperando el ingreso a la carrera de investigadora del CONICET. Fue seleccionada en el 2023, pero, por la merma en el presupuesto a todos los organismos públicos por parte del Gobierno Nacional que inició en diciembre de 2023, aún no se efectivizó el cargo. Es su objeto de estudio quien se aferra a un sustrato duro y sigue ahí a pesar de todo. Clara también sigue aquí, día a día, a pesar de todo, respondiendo una pregunta nueva. “Me llena de orgullo poder hacer ciencia publica todos los días, contribuyendo al futuro del país, que es para lo que me forme”.
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Hay misterios. Una papa de mar que, con su notocorda, mantiene alguna conexión evolutiva con la especie humana.
Una papa de mar que entabla una conexión especial con una becaria que llegó a Puerto Madryn desde la Matanza.
Unas papas de mar que llegaron de mares lejanos y nos muestran que en Argentina se construye conocimiento y se hace ciencia pública de calidad. Y ese es un divino tesoro.

Alejandro Cannizzaro
Alejandro Cannizzaro escribe. Escribe todo lo que puede. Escribe desde que puede. Trabaja de periodista científico en el Centro Científico Tecnológico CONICET-CENPAT, en Puerto Madryn. Ciudad en la que vive desde 2014. Las ballenas no le gustan tanto. Escribe. Es autor de algunos cuentos y una obra de teatro que anda girando por ahí. Tiene 44 años y una hija que se llama Amanda.