Usada una y mil veces en los escritos y en la oralidad, Etcétera (o, para, abreviar, Etc) es un término del latín y significa “y todo lo demás”. Si nos ponemos más tecnicxs, se podría definir como “expresión que se usa para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobrentenderse lo que sigue con facilidad”.
Pero a veces sucede que lo más jugoso y lo más interesante de contar está en ese “todo lo demás”. Porque si las (buenas) historias son largas, merecen contarse enteras. Entre tanta ciencia (o, para abreviar, Etc), nace para (intentar) contar y narrar el lado humano de la ciencia y la tecnología que no siempre llega a las primeras planas ni se lleva los flashes de la prensa.
Un rápido vistazo permite ver que se construyó -y se sigue construyendo- una imagen de ciencia como actividad objetiva, “limpia” de ideologías, una suerte de bloque homogéneo donde todxs sus integrantes piensan y actúan igual –“¡La ciencia dice tal cosa!”-. La forma de hacer ciencia es una sola, los avances y descubrimientos aparecen por instantes de brillante inspiración – ¡Eureka! – y lo que se descubre es siempre concluyente. Si es A, será imposible que a los pocos meses se convierta en Z.
Ni que hablar, claro, de quienes hacen esa ciencia. Aún en publicidades de los últimos años se puede ver que las personas que se dedican a la ciencia son hombres, de bata y lentes, trabajando solos, incluso hasta altas horas de la noche. Si es algo excéntrico, mejor aún: el perfecto personaje pintoresco.
La vida en universidades e institutos muestra otra cara. Más que sólo resultados, la ciencia es un proceso colectivo, realizado en equipos. Nunca exento ni libre de errores, de contradicciones, contrapuntos, a veces avanzando, a veces retrocediendo. Las personas que la llevan a cabo están atravesadas por cuestiones políticas, culturales, sociales y económicas. La ciencia, necesariamente, siempre es política y cultural.
Y las personas que hacen ciencia (de diversos géneros, etnias y edades) nunca están solas. No sólo porque se apoyan en el esfuerzo de generaciones que las antecedieron y trabajan en colaboración con otrxs, sino porque están junto a sus esperanzas, miedos, ocurrencias, frustraciones y, sobre todo, sus pasiones. Entre tanta ciencia se propone no sólo contar el devenir y el quehacer científico y tecnológico de Argentina (spoiler alert: no hay una sola forma de hacer ciencia, ni se hace sólo en laboratorios) sino también las historias y los procesos en los que esa ciencia y tecnologías surgen.
Habrá, también, historias sobre aquellxs que gustan de contar historias: experiencias de científicxs, periodistas y comunicadorxs que abordan distintos métodos y estrategias para narrar a la ciencia y a quienes la integran. Porque, como se suele decir, la ciencia que no se comunica no existe. Y en Argentina, la ciencia que se hace es tanta, tan diversa, heterogénea y atrapante que merece ser narrada.
Entre tanta ciencia…tantas historias.
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