Todo está guardado en la memoria…meteorológica

Ilustración: Jeremías Di Pietro.


Agua recia, granizo, piedra espesa

Las intrincadas nubes despedían

Rayos, truenos, relámpagos a priesa

Rompan los cielos y la tierra abrían

La Araucana, Canto IX


Honestamente, no importa tanto saber que esta noche hay probabilidad de tormentas fuertes. Lo que en verdad interesa es si vamos a poder salir a cenar; si tenemos que guardar el auto bajo techo o si pueden caer árboles que compliquen el tránsito. Es decir, no importa tanto qué tiempo va a hacer, sino qué va a hacer el tiempo. Y eso, queridxs lectorxs, se llama impacto.

Paola Salio es doctora en Ciencias de la Atmósfera, investigadora del CONICET y docente de la UBA. Pero, antes que todo eso, es una amante de las tormentas y de investigarlas, valga el juego de palabras, contra viento y marea. “La realidad es que a la gente no le importa cuánto llueva. Lo que le importa es si va a poder jugar al fútbol, hacer la fiesta, viajar. Cuál va a ser el impacto que va a tener un fenómeno”, asegura.

Una misma cantidad de lluvia puede ser un bálsamo bendito en una ciudad y un desastre en otra. Y la única manera de conocer esa gama de efectos diferenciales –sean causados por viento, lluvias o por nieve- es observando qué sucedió en el pasado y cómo afectó cada evento meteorológico en cada lugar.  

En 2017, Salio estaba investigando imágenes satelitales de caídas de granizo y necesitaba validarlas con información tomada a nivel de la superficie. Es decir, en contraposición a la altura desde la que ve el satélite. Buscaba datos de granizadas anteriores: dónde, cuándo, de qué tamaño, con qué efectos… Sólo encontraba piezas sueltas de un rompecabezas aparentemente sin reglas. Conjuntos de registros fragmentados por ciudad, por fenómeno, por temporada.

Fue entonces que la investigadora se hizo la pregunta más importante: ¿cómo puede ser que no exista un registro unificado de cómo afecta la meteorología en cada lugar de nuestra región? 

El impacto de los fenómenos meteorológicos es algo que en Europa y Estados Unidos llevan dos décadas estudiando, sistematizando información que, en definitiva, redunda en la mejora de los sistemas de alerta. “En nuestra región, donde hay tantos meteorólogxs, físicxs e investigadorxs estudiando las expresiones más violentas de la atmósfera, ¿no deberíamos tener toda esa información prolijamente sistematizada?”, pensó. 

La pregunta fue lo suficientemente potente como para desencadenar una serie de llamados y acuerdos entre científicxs, investigadorxs y entusiastas de los países del sur del continente, que pusieron manos a la obra para crear una única base de datos. Una base que fuera un pilar para la investigación, el conocimiento del presente y la gestión del futuro.  

Así nació SAMHI, la Base de Datos de Amenazas Meteorológicas y sus Impactos en América del Sur, que se está convirtiendo en un acervo invaluable de lo que el tiempo hace en cada lugar. Y que, por si fuera poco, aloja tesoros centenarios que nadie pensó que existieran.

Recuperar el pasado para entender el presente 

En mayo de 2019, Chile vivió un punto de inflexión. Un “enjambre” de al menos 7 tornados azotó la región del Ñuble y del Biobío, al sur del país, y ocasionó graves daños en infraestructura, varias personas heridas y una fallecida. Toda la comunidad -incluidxs lxs meteorólogxs- quedó boquiabierta ¿Cómo era posible?

“Hay muchos registros de científicxs diciendo que un determinado evento, ocurrido en el pasado, no puede haber sido un tornado porque estos fenómenos no ocurren en Chile. O sea, como una tautología”, recuerda Roberto Rondanelli, doctor en Ciencias Atmosféricas del MIT y profesor de la Universidad de Chile. Los tornados, sencillamente, no estaban en el horizonte de lo posible.

A partir de esa especie de epifanía, el equipo de Rondanelli también se hizo preguntas. ¿Es posible que siempre haya habido tornados en Chile pero que no estén bien documentados? ¿Es posible que haya lagunas en los registros y que eso impida comprender el tiempo presente? ¿Es posible que todo un país haya olvidado que existen los tornados?

SAMHI se está convirtiendo en un acervo invaluable de lo que el tiempo hace en cada lugar. Fuente imagen: gentileza equipo SAMHI.

Rondenalli fue más allá. Junto a su equipo de investigación, devenidos en algo así como arqueólogxs del clima, comenzaron a indagar en los registros antiguos del tiempo. No en las libretas meteorológicas convencionales, sino en el acervo artístico y cultural del país, para completar lo que en la historia oficial no estaba . En cantos, poesías y diarios de viaje que pudieran ser piezas remotas del mismo rompecabezas

Los hallazgos fueron asombrosos. “Empezamos a encontrar descripciones de estos fenómenos en las crónicas de los colonizadores y en la mitología mapuche”, recuerda. Descubrieron uno descrito en La Araucana, el poema épico de Alonso de Ercilla, de 1567. “Nos dimos cuenta de que lo que describe es un tornado, porque están los elementos que acompañan a la tormenta severa. Está el granizo, los fenómenos eléctricos”. 

“La Araucana dice:Cuanto topa arrebata el torbellino, alzándolo en furioso remolino’”, recita el científico, que ya conoce el poema de memoria. “Es inverosímil que lo haya inventado. La mejor explicación es que él está describiendo un fenómeno que fue visto”.  

Encontraron más registros en distintos géneros e idiomas. Una de las primeras menciones es de abril de 1881, en Valdivia. Otra, muy anterior, de mayo de 1633, de un tornado que destruyó el fuerte de Carelmapu. “Se ven en las crónicas y también se ven en la mitología mapuche. Ellos lo llaman Meulen, que significa torbellino. Es curioso porque hay toponimia en Chile y Argentina con este nombre. Por ejemplo, la isla de Meulin, al sur de Chile. Alguien la nombró así por algo”, asegura el científico, que ya ató los cabos.

Con las conclusiones de sus hallazgos, lxs investigadorxs chilenxs publicaron un artículo en una de las revistas científicas más reconocidas de Estados Unidos. Decidieron, además, que era el momento de incluir esos eventos en un reservorio sólido, y terminar de una vez con la amnesia tornádica, como la llamaron.

Los fenómenos meteorológicos no tienen fronteras y deberían poder estudiarse de un modo integral”.

Paula Salio, investigadora del CONICET.

“Nos contactamos con Paola y empezamos a discutir sobre la posibilidad de incorporar los registros que ya teníamos a la base de datos que ella quería armar para Sudamérica. Y ahí nos sumamos. Pero fue el episodio del 2019 el que gatilló el interés de la comunidad por las tormentas severas en Chile”, explica el científico.

Sudamérica unida en una atmósfera sin fronteras

Algo similar ocurrió en Brasil. Bruno Ribeiro, posdoctorado en meteorología en la Universidad de Oklahoma, quería investigar los eventos severos en su país natal y enfrentaba, otra vez, esa dificultad: no existían registros fehacientes y sistematizados

A partir de un tornado que ocurrió en junio de 2018, Ribeiro, junto a un colega, pensó en encarar el armado de un banco de datos con información sobre estos eventos. “Queríamos hacer algo organizado, que sea de calidad y trabajar en la metodología para reportar tormentas”, explica. 

En 2020, justo cuando el mundo tomaba distancia, lxs investigadorxs entraron en contacto: “Empezamos a hablar con Paola para juntar todas las bases de los países y crear la base para América del Sur”. 


Efectivamente, con la virtualidad, todxs estxs científicxs, que ya se habían cruzado en proyectos anteriores, decidieron unir sus esfuerzos: una única base de datos, con registros de calidad y con un criterio unificado sobre cómo se guardaría esa información. Un repositorio  que fuera relevante tanto para la investigación científica como para uso operativo.

Poco a poco, a la lista de SAMHI se fueron agregando organismos, universidades y grupos de entusiastas y aficionadxs de Paraguay, Uruguay, que se sumaron a Argentina, Chile y Brasil. “Los fenómenos meteorológicos no tienen fronteras y deberían poder estudiarse de un modo integral”, dice Salio. 

SAMHI hoy contempla mucho más que las tormentas severas y sus fenómenos asociados. Incluye otras amenazas, como el viento zonda, la nieve o la niebla, que también pueden generar impactos relevantes. “Esta es una base de datos de oportunidad, donde vamos guardando diversas amenazas, para que cualquiera, en el futuro, pueda tener acceso y potenciar la colaboración”, aclara la científica.

Conocer los impactos de los fenómenos también ayudará a mejorar los sistemas de alerta temprana. De hecho, los servicios meteorológicos e hidrológicos del mundo, siguiendo los lineamientos de la Organización Meteorológica Mundial, van rumbo a los pronósticos basados en el impacto. Esos que anticipan sobre lo que el tiempo va a hacer.

Salio ejemplifica: “La famosa escala Fujita, que está desarrollada en Estado Unidos, indica que un tornado de determinada categoría corresponde a que se voló un tipo determinado de edificación, por ejemplo un Wallmart. Es decir, el impacto de una intensidad está muy bien catalogado. Pero no es lo mismo el impacto que pueda tener en una edificación en nuestra región, porque nuestras casas no tienen la misma estructura que en Estados Unidos. Entonces, la escala Fujita no sirve en nuestra región”. 

Según la investigadora, “vamos a poder generar nuestras propias escalas fujitas”, en referencia a que la colaboración activa del Servicio Meteorológico Nacional en este proyecto dará a luz a un nuevo tipo de pronóstico. 

A la vez, para lxs tomadores de decisión de alto nivel, quienes diseñan políticas públicas o quienes gestionan emergencias, la base SAMHI permitirá hacer un mapa de riesgos mucho más completo, para tenerlos identificados por provincia, municipio, o por densidad poblacional. También, para observar cómo los riesgos van cambiando con el paso del tiempo, lo que podría ser un indicio del impacto del cambio climático en cada zona.  

Un rompecabezas con ciencia ciudadana 

Todxs podemos sumar nuestra pieza en este rompecabezas regional. Es posible reportar a través de todas las redes sociales, utilizando el hashtag #SAMHIDATA. Hay casi 200 entusiastas aficionadxs que reportan regularmente, y lxs 30 investigadorxs del proyecto se ocupan de ingresar los reportes a la base de datos.  

“Yo he llamado por teléfono a personas que no conozco para que me hablen del fenómeno que reportaron. Es gracioso porque han pensado que es una estafa telefónica”, relata Rondanelli. “Pero lo que uno necesita es comprobar que ocurrió lo que la gente en redes sociales dice que ocurrió”.


Con más de seis años completos validados, y los eventos de siglos pasados próximos a incorporarse, de a poco la base se va consolidando. “Cuanta más gente sepa del proyecto y aprenda a reportar de forma congruente, mejor. Por ejemplo, conocer el diámetro del granizo es muy relevante. Pero no es lo mismo la foto del granizo al lado de una regla que de un limón. Hay que saber reportar y las pautas para el buen reporte están en el sitio de SAMHI”.

Por el momento, el proyecto se sostiene gracias a la pasión de los colaboradores. Pero todxs saben que será importante encontrar un modelo de financiamiento que lo haga sustentable en el tiempo. 

Todos los meses, el Zoom sigue siendo el espacio de encuentro de lxs 30 investigadorxs que encabezan el proyecto. “Desde el 2019, en que no entendíamos nada, hasta ahora, hemos aprendido un montón y podemos aprender mucho más si tenemos mejor información”, celebra Salio. Ahora, además, recorren escuelas y espacios de divulgación para sumar colaboradorxs y consolidar SAMHI como un espacio de ciencia ciudadana. Porque en este rompecabezas, el todo será mucho más que la suma de las partes.

Mariela de Diego
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